La pareja psicópata

Pensaba hoy en las personas con personalidad psicopática y en lo importante que resulta identificarlas para evitarlas o, en su caso, alejarse de ellas.

La imagen asociada comúnmente al término psicópata, es la proporcionada por el cine y vinculada al asesinato en serie, y sin embargo, existe también el psicópata civilizado, integrado socialmente, si bien ambos coinciden en poseer una estructura cerebral diferente al resto de los seres humanos.

En el marco de las relaciones afectivas, el psicópata establece con su pareja un vínculo más allá de lo racional, absolutamente planeado, con una trayectoria perfectamente previsible, idéntica en su patrón de actuación, y sobretodo, independiente de cualquier tipo de aspecto relacionado con el amor.

Y esto es así por su esencia depredadora, carente de conciencia, lo que resulta incomprensible para las personas no psicópatas, a las que les cuesta entender que puedan existir personas que puedan actuar tomando como criterio únicamente su propio bienestar, más allá de lo que está bien o está mal, sin empatía, sin culpa y por ende sin remordimiento por el resultado dañino que puedan ocasionar.

Las parejas presentan unas características comunes que los convierten en víctimas potenciales: son personas extremadamente incautas, confiadas, generosas, cuidadoras, agradecidas, transparentes, bondadosas, con tendencia a culpabilizarse, vulnerables a las críticas, y al mismo tiempo fuertes, creativos, vitales, resilientes...

Detectada la presa se inicia el proceso consistente en deslumbrar, crear un enganche, y finalmente destruir mediante la mentira, la devaluación, y la manipulación.

Así en un primer momento el psicópata detecta los deseos, las inseguridades, las posibles fisuras emocionales del complementario, aparenta simpatía, comprensión e interpreta el papel del príncipe azul, de alma gemela. 

Para ello se muestran atentos, elocuentes, serviciales, desplegando tal encanto que el complementario creerá que por fin se han realizado sus sueños, y utilizando para ello cualquier tipo de estrategia conquistadora, incluido el sexo, que llegado el momento pasará de ser “deseado” a ser “suplicado” por parte de la víctima.

Cualquier herramienta es útil para llegar a cazar a la víctima, a anular su voluntad demostrando su superioridad e instrumentalizando al otro, al que parasitan, nutriéndose de sus bienes e incluso de sus emociones, ya que por ellos mismos no son capaces de sentir amor, amistad o cualquier otra clase de sentimiento positivo.

Realizado el anclaje, el psicópata despliega toda su esencia. 

Se inicia la fase de menosprecio sutil, desvalorización, indiferencia, frialdad, tono de voz alto, risa sarcástica, malos entendidos intencionados, actitudes promiscuas o intencionadamente sospechosas que crearan en la víctima ansiedad, inseguridad y una actitud desconfiada, que será utilizada asimismo para aumentar su descrédito y su crítica. 

Mentiras continuas, manipulaciones, exigencias, condiciones, imposiciones y chantajes basados en la dependencia creada y de la que el psicópata es perfectamente conocedor, completan su modo de actuar.

En este escenario, la víctima detecta que las muestras afectivas son artificiales y siempre solicitadas, se ve afectado en su autoestima, vive en un estado continuo de duda, de ambivalencia, donde se le niega lo que oye y ve, donde se le imputan distorsiones cognitivas, donde se le convierte en el foco del problema hasta dudar de su propia cordura.

La lucha de la víctima consigo misma conduce al agotamiento, al desgaste generado por el intento continuo de explicar lo inexplicable y entender lo incomprensible, a la ansiedad y al pánico generado al ser conocedor de la sensación de incapacidad de liberarse ante la intensidad del dolor que le provoca esta idea.

Esta relación finaliza normalmente cuando el psicópata encuentra una nueva víctima y se deshace, sin ningún tipo de miramiento, de la anterior, a la que evidentemente culpabilizará, ante su imposibilidad de asumir ni su tipo de conducta ni las consecuencias de esta.

En estos casos y pasado el período de abstinencia propio de la adicción generada por la relación, es posible recomponerse y comenzar de nuevo, sintiéndose afortunado ante tal abandono y tomando conciencia de la realidad de la personalidad de la hasta entonces pareja.

Porque mientras la víctima conseguirá renacer, el psicópata no es modificable, nunca conseguirá sentir emociones ni mantener verdaderas relaciones afectivas, y seguirá con una vida mediocre, plana y superficial, resultando además evidente para toda aquella persona que pueda identificarlos, y de la que únicamente obtendrá compasión.

Liberarse de una pareja psicópata puede resultar traumático, sobretodo al tener que reconocer que nunca hubo nada de nada por su parte, pero es el único camino hacia el reencuentro con uno mismo y con la paz interior.

Feliz día

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