La disciplina

Pensaba hoy en la necesidad de la disciplina interna y externa, y  en la desvalorización de su finalidad.

Por una parte cualquier sistema social requiere una organización consensuada y de carácter general, que permita una convivencia pacífica.

La disciplina implica el cumplimiento de las normas de actuación consideradas socialmente como correctas, contribuyendo al mantenimiento de la confianza generada en el otro, por el hecho de formar parte del mismo sistema social.

Por otra parte es innegable la vinculación entre la disciplina interna y personal, y el entendimiento de la necesidad de una disciplina relacional, ya que difícilmente puede respetar las reglas y detentar un comportamiento correcto en sus relaciones quien no tiene disciplina interna.

Porque ésta es la capacidad para mantener la coherencia necesaria, y cumplir con las propias normas de actuación basadas en los valores personales.

Tener disciplina es ejercitar la voluntad, tener deberes, obligaciones y límites, y supone no buscar justificaciones a la laxitud, ni excusas para el incumplimiento, pero también es disfrutar de una convivencia basada en el respeto, la confianza, la seguridad en una resolución de conflictos consensuada, y el bien común.

Es poder establecer relaciones duraderas y ser miembro de cualquier grupo, es ser considerado y respetado por los demás.

Y es que quien hace siempre lo que quiere, no siempre hace lo que debe, y en muchos casos, lesiona a los demás... y a si mismo.

Feliz día.

La vida sigue


Pensaba hoy en que en general, son las relaciones de pareja y no sus integrantes, las que resultan buenas o malas, las que funcionan o no.

El miedo a la ruptura, a ser abandonado, es una condición humana, y esa sensación de desamparo y vulnerabilidad produce tanto pánico y ansiedad, que se realizará cualquier conducta para no sentirla, con independencia de que se pierda, por el camino, la dignidad, y de que además todo lo realizado consiga, a lo sumo, postergar el temido resultado.

Y todo se reduce a una simple cuestión de error en la percepción del amor, de la vida, de los efectos que el miedo provoca, y sobretodo,  de uno mismo.

Porque el amor existe más allá de que se tenga o no una relación afectiva, existe siempre que alguien ame, es un sentimiento interno y no externo, reside en el interior de cada persona. Y su dimensión, forma de exteriorización, intensidad, faceta romántica etc., dependen de cada uno, y no del destinatario, o del tipo de relación que se establezca.

Porque la vida no es un momento ni una etapa, sino una sucesión de estas, donde cada una tiene una finalidad y un sentido dentro de la visión vital global. Finalizada una relación, simplemente finaliza una etapa más, tan importante, y a la vez tan irrelevante, como las demás. Sólo una etapa más.

Porque el miedo no es más que una sensación muchas veces irracional, sin fundamento, surgida de pensamientos o creencias erróneas y que puede vencerse. Es un elemento que distorsiona la relación al residenciar toda la energía en su conservación, con independencia de que resulte o no gratificante, enriquecedor o dañino, mantenerse en la misma.

Y sobretodo porque la percepción de uno mismo como un ser con poca valía, dependiente, e incapaz de desenvolverse sin la ayuda del otro, genera el temor a la soledad, al abandono, y la permanencia en relaciones estériles, más por miedo que por amor.

Por eso es necesario entender que la ruptura no tiene nada que ver con la propia valía, ni constituye abandono porque nadie es abandonado cuando se tiene a si mismo.

Es necesario reconocer que la seguridad, el afecto, el apoyo, la protección o la compañía que se espera recibir de la pareja, es algo de lo que ya se dispone.

Es necesario no olvidar las propias capacidades y practicar la autonomía, como base de la autoconfianza, de manera que si llega el momento en que la pareja se disuelve, en que la etapa finaliza, pueda asumirse la ruptura y seguirse el día a día sin ese complemento, sin el dramatismo derivado de haber permitido o residenciado en el otro la responsabilidad de la propia vida, de manera que en su ausencia se sufra la desorientación, el abandono.

Sólo de esa manera puede mantenerse una relación sana, basada en el enriquecimiento y no en el temor a la soledad o la dependencia. Una relación acorde con los propios principios, no condicionada a requerimientos ajenos, y satisfactoria.

Sólo desde el respeto a uno mismo, desde la libertad y lejos del miedo, puede decidirse iniciar o no una andadura, continuarla e incluso finalizarla.

Porque la libertad es la base del amor.

Feliz día.

El idealismo


Pensaba hoy en lo importante que resulta mantener el idealismo considerando el mundo, el amor, el trabajo, la vida..., de acuerdo con unos ideales o modelos de perfección personales, y huir de la conformidad.

Y si bien es cierto que tener ideales supone un mayor desgaste, en la medida en que implica su confrontación con la realidad, y el planteamiento de posibilidades y diferencias más acordes con uno mismo, también lo es que dota de sentido a los hechos, les confiere una finalidad, les otorga consistencia al vincularlos, más allá de su individualidad, a ese ideal globalizador más profundo y trascendente.

Porque no se trata de ser incapaces de disfrutar la realidad, sino de aceptarla y, si no es como se desea, si no se corresponde con los ideales, actuar para cambiarla sin conformarse, entendiendo que aceptar no quiere decir estar de acuerdo.

Es precisamente la aceptación de la realidad lo que permite apreciar lo que se desea y lo que no, lo que satisface y lo que no, lo que se adecua a los ideales y lo que difiere de ellos.

Y sobre la base de la aceptación surge la alternativa entre la lucha y la conformidad, la inactividad y la renuncia apoyadas en la creencia de que es imposible realizar un cambio.

Por eso es importante tener siempre una actitud inconforme ante la vida, no olvidar la pasión, ni permanecer en una zona de confort y seguridad, que conduzca al estancamiento.

Es imprescindible mantenerse fiel a los ideales que marcan el rumbo de la vida, sin desesperanzarse, comprometiéndose con ellos a pesar de las dificultades o de la incomodidad.

Y es que renunciar a los ideales es renunciar a aspirar a algo mejor, al horizonte. Es dejar que el miedo disfrazado de conformismo y prudencia robe los sueños.

Feliz día.

Atando cabos


Pensaba hoy en aquellas situaciones en las que las personas, a pesar de tener la capacidad suficiente para tomar decisiones, se quedan estancadas en un punto.

En estos momentos de bloqueo, en los que se duda de qué dirección tomar, la respuesta está siempre clara en el interior de cada uno.

Es necesario tomar distancia respecto a la situación para poder alejarse de las presiones u opiniones ajenas, conectar con uno mismo, con los propios valores y objetivos, para que lo que realmente se quiere salga al exterior, y poder establecer un plan de actuación que permita su consecución.

Se trata de ser consciente de donde se está y de adonde se quiere llegar, aunque ello suponga salir de la zona de confort, romper con hábitos, y enfrentarse a los temores.

Porque el miedo sabotea la mente, impide mantener la claridad, y debilita la valoración personal.

Escuchar a la intuición, reintentar lo que se desea sabiendo que el  fracaso es la antesala para el triunfo, confiar en los propios recursos, y tomar conciencia de que hoy es el futuro de ayer y el pasado de mañana, facilita el cerrar los ojos y ver hacia el interior para encontrar el camino.

Porque si no se sabe a donde se va, puede acabarse donde no se quiere.

Feliz día.

La asertividad


Pensaba hoy en la importancia de mantener una actitud y una comunicación asertiva.

La asertividad es aquella habilidad social, para comunicar los propios intereses y sentimientos de forma concisa, directa, clara y sin agredir.

La persona asertiva se coloca por tanto, en una posición intermedia entre la pasividad y la agresividad, que no responde al esquema de ganar o perder, sino al de buscar acuerdos.

Partir de la creencia de que no existe un derecho a tener opiniones propias, de que hay que contentar a todo el mundo,  el temor a defraudar, o carecer de autoconfianza, conducen a la pasividad, a no poner de  manifiesto el propio criterio, a situar a los demás por delante de uno mismo, y a mantenerse en situaciones indeseadas o injustas, que producen emociones de culpa, ira, frustración o ansiedad.

La persona agresiva, por el contrario, mantiene su objetivo en ganar la discusión en lugar de en defender sus derechos, vulnera los ajenos, y menosprecia, manipula o amenaza, para imponer su criterio, generando conflictos.

Ser asertivo consiste en expresar los puntos de vista y las necesidades, respetando a los  demás a la vez que se defienden los propios derechos.

Se trata de explicar las situaciones o los sentimientos de forma calmada, exponiendo detalladamente lo que se desea y los motivos.

Se trata de saber decir que no, de aceptar críticas y de emitirlas sin herir, de poder interrumpir al interlocutor para pedir una explicación, de tener derecho a pedir ayuda y a decidir libremente cuando prestarla, de saber aceptar los errores y pedir disculpas, y de encontrar el equilibrio entre las necesidades ajenas y las propias.

Una comunicación asertiva, basada en la posición simétrica de las partes, debe permitir que ambas

puedan describir la conducta, positiva o negativa, de la otra sin emitir juicios de valor.

Debe permitir también que puedan exteriorizar los sentimientos que dicha conducta ajena les genera, que puedan poner de manifiesto las consecuencias a que dará lugar la reiteración de esa conducta, y que finalmente, puedan pedir los cambios que quieren que se produzcan.

De esta forma la asertividad permite defender los límites personales, respetar y ser respetado, actuando conforme a uno mismo y no desde el temor al rechazo.

Y es que ejercitar la asertividad es uno de los motores de la propia autoestima, es respetar pero también y sobretodo, ser respetado.

Feliz día.

La manipulacion

Pensaba hoy en la manipulación de la realidad.

El solipsismo mantiene que el conocimiento se obtiene mediante la experiencia, es decir, que está constituido por aquella información recibida a través de los sentidos en forma de sensaciones y percepciones.

De esta forma no se puede tener conocimiento de aquello sobre lo que no se tiene ningún tipo de información, y que por lo tanto, “se desconoce”.

Y si la única conexión personal con la supuesta realidad, con los objetos y el resto de sujetos, son los sentidos, ¿cómo puede tenerse la certeza de que estos no son engañados?, ¿cómo puede saberse que la realidad percibida no está alterada para que parezca la verdadera realidad?, ¿cómo se puede siquiera afirmar que existen otros sujetos iguales a uno mismo, y que no sean fruto de una creación artificial?.

De ahí concluyen los silopsistas, que la única realidad que puede conocer certeramente una persona es su propia existencia.

Este razonamiento, tan indemostrable como difícil de refutar, y que permite plantear la posibilidad de existir en un mundo creado artificialmente, evidencia el fenómeno de la manipulación en todos sus aspectos, ya que esta opera con la misma mecánica tanto en el caso de cualquier relación social interpersonal, como en la de un grupo o poder hacia el individuo.

Y es que toda manipulación requiere de un manipulador, de un manipulado, y de una realidad artificial favorable a los fines del primero, y creíble para el segundo.

A nivel general, el sistema favorece la vida en una burbuja donde, desde una posición de comodidad y aceptación y sin espíritu crítico, se considera realidad únicamente lo que se observa.

Esto permite la coexistencia de un mundo real, conocido por las personas que conocen la verdad, mantienen el control y manipulan, y otro falso o distorsionado, formado por las personas engañadas bien por otra, en las relaciones individuales, o bien por los poderes político, religioso, económico, mediático, etc.

Por su parte el manipulador conoce los puntos débiles del manipulado, y los utiliza junto con dos estrategias básicas: el miedo y la ignorancia.

En todos los casos se vulnera la libertad, bien sea haciendo dudar al manipulado de sus capacidades e incapacitándolo para la acción, bien amenazándolo con aquellas situaciones a las que teme, o mediante la desinformación a través del sistema mediático, o de un sistema educativo basado en el conocimiento de los límites y la aceptación, y no en el cuestionamiento y la reflexión.

Porque la manipulación triunfa cuando la libertad de pensamiento es anulada, prevaleciendo la condena de la ignorancia.

Y en este sentido es responsabilidad de cada uno optar por el triunfo de la manipulación o el de la libertad de pensamiento, optar por dejarse informar o por informarse, y optar por situarse en una posición de libertad o continuar en una ignorancia cómoda y esclava.

Porque escapar de la ignorancia no es fácil, requiere de fuerza mental, de un pensamiento reflexivo y crítico que sospeche de la información que se recibe acerca de uno mismo, o de la sociedad en la que se desenvuelve.

Y asumir que la situación o el sistema son correctos, es contribuir a su consolidación en aras de la conservación de una pretendida tranquilidad y estabilidad, emocional o socioeconómica.

Por eso es preferible no formar parte de la mayoría silenciosa y dócil, dependiente y atemorizada, incapaz de comprender el engaño y capaz por el contrario incluso de defender el sistema establecido, y pertenecer en cambio, a esa minoría capaz de detectar las anomalías propias de toda falsa realidad, y liberarse del engaño.

Porque ante cualquier dilema la libertad, individual o colectiva, siempre será la opción correcta.

Feliz día.

La autoconfianza

Pensaba hoy en la diferencia entre “ser capaz” y “sentirse capaz”, y en como, a pesar de nacer con una capacidad de acción, en algunos casos, esta resulta minada por la falta de autoconfianza.

La confianza en uno mismo deriva de la percepción respecto a la propia capacidad para realizar actuaciones de forma exitosa.

Y esa percepción es totalmente subjetiva, ya que frente a la misma situación, unas personas sentirán capacidad para afrontarla y otras se sentirán incapaces.

Estos sentimientos de incapacidad son irracionales, automáticos, aprendidos, e involuntarios, y por ello, difíciles de evitar.

Las malas experiencias, las críticas continuas o los malos resultados, son un campo abonado para la inseguridad personal.

Una inseguridad que lleva a elegir el camino del miedo en lugar del de la actuación, a causa de los límites autoimpuestos por los pensamientos negativos.

Unos pensamientos negativos que constituyen el germen de la duda, que no es más que una de las formas que adopta el miedo para encubrirse.

Y un miedo que existe únicamente en la propia mente, ocupando el espacio que cada uno le conceda.

Darse cuenta de que tanto los pensamientos como el miedo pueden controlarse, en lugar de ser controlado por ellos, permite cambiar la actitud mental, enfocarse en las cualidades positivas y recuperar la confianza superando el autoboicot.

Se trata de entender que tanto la duda en las capacidades, como el miedo, desaparecen en el mismo momento en que son enfrentados, en aquel instante en que se sustituyen con un simple pensamiento positivo que ocupe su espacio.

Generar el hábito de expulsar al miedo, despeja el camino hacia las metas, arrojando automáticamente luz sobre las potencialidades de que se dispone.

Porque una persona se convierte en aquello que cree que es, y resulta sencillo sucumbir al propio miedo o al miedo generado por los demás, renunciando a los objetivos deseados sin siquiera intentarlo.

Pero eso supone vivir en permanente esclavitud, al servicio de algo etéreo, y atado con un candado de cuya llave se dispone.

Considerar a la duda, al miedo, o la opinión ajena como un elemento sin valor de diagnóstico, y atravesarlos, encarándolos, confiere libertad, y abre un mundo de posibilidades, transformando todo lo que antes parecía difícil en algo sencillo.

Y es que es decisión personal controlar la propia vida, y en estos casos, querer es siempre poder.

Feliz día.

Aceptar al otro


Aceptar al otro tal como es no significa sumisión, resignación, o derrota, sino superación, habilidad social y coraje.

Es un proceso donde convergen dos factores: uno previo de carácter cognitivo o mental, y otro posterior de carácter afectivo, como reacción frente a esa constatación.

La mayor dificultad radica en el aspecto mental, porque al entablar una relación, se produce una aplicación de la idea personal preconcebida, y considerada válida, de cómo debe ser el otro y cómo debe comportarse.

Y esto es fuente de conflictos, puesto que cada persona dispone de sus propios criterios y conceptos, no extrapolables ni imponibles, por cuanto su validez queda reducida a uno mismo.

Aceptar al otro como es, implica aceptar con humildad que las personas y las cosas no pueden ser, ni tienen que hacerse únicamente bajo los propios parámetros, sino que hay encontrar marcos comunes de actuación, y respetar la personalidad ajena, de la misma forma en que se pretende ser respetado.

Y esto permite generar la reacción de acogimiento afectivo del otro, tratándolo y dejándolo ser, en la forma en que necesite, sin exigirle el cumplimiento de expectativas, ni considerar gravosa esa aceptación, sino teniendo presente los aspectos positivos, implícitos y derivados, de la misma.

Porque aceptar al otro es un indicador del valor que se confiere, tanto a esa persona, como al vínculo existente.

Porque aceptar al otro permite positivizar lo negativo, es decir, reflexionar sobre qué aspectos positivos contiene esa conducta o rasgo que es aceptado, qué puede aprenderse, y qué incorporarse como mejora personal.

Y porque aceptar y ser aceptado es una fuente de crecimiento, y la base del establecimiento de relaciones trascendentes.

Feliz día.

Los juicios de valor


Pensaba hoy en que el ser humano necesita disponer, para su desenvolvimiento social, de un concepto del bien, del mal, de la amistad, de la traición, de la libertad, de la lealtad, de la fidelidad, del sacrificio, de la responsabilidad, etc., que adquiere a partir de experiencias, costumbres o aprendizajes.

Siendo por tanto el entorno familiar, social, cultural, económico, y político, el que configurará la particular y subjetiva visión del mundo, y de lo que será considerado verdadero y correcto.

Y son precisamente esos conceptos los que determinan tanto los juicios como los pre-juicios, es decir, esas valoraciones positivas o negativas, acerca de situaciones, cosas, colectivos o actuaciones.

Porque un pre-juicio no es más que un juicio anticipado, es enjuiciar aplicando un juicio de valor infundado por falta de contraste.

Pero es ese componente temporal lo único que lo diferencia del juicio, ya que en ambos existe la aplicación automática, inconsciente y subjetiva de unos criterios de valor individuales, basados en los conceptos personales, y que generan un etiquetamiento y distorsionan la percepción.

Y pretender elevar esa percepción al grado de veracidad, únicamente puede conducir al desencuentro y la confrontación, en caso de discrepancia.

Y tan peligroso e injusto es prejuzgar como juzgar, porque cualquier relación interpersonal requiere renunciar a la imposición al otro de los propios conceptos e ideas, y su sustitución por aquellos otros, comúnmente acordados, y que en consecuencia, pueden ser aceptados y considerados válidos por sus integrantes.

Ser consciente de que no existe una única forma de percibir una realidad, sino que ésta tiene tantos matices como personas intervienen en ella, permite detectar el radicalismo conceptual, abandonarlo, y elaborar variantes donde las relaciones personales se desarrollen dentro de un marco conceptual común.

Y la modificación de las propias ideas, superando   el determinismo y la parcialidad de las visiones unilaterales, permitirá una integración conceptual esencial para la construcción de relaciones trascendentes.

Porque en todo caso el respeto es la base de cualquier relación, y llegar a acuerdos sobre los conceptos que intervienen en una relación, no deja de ser una muestra de respeto mutuo.

Feliz día.

El orden de las prioridades

Pensaba hoy en como a medida que avanza el ciclo vital, cambian también las prioridades personales.

El proceso madurativo comporta una modificación de las estructuras psicológicas y del comportamiento, que se manifiesta, entre otros aspectos, en la clarificación de conceptos y en la alteración del orden de las prioridades.

Porque con independencia del momento en que acontezca, o de que en ella influyan las condiciones particulares de cada persona, la evolución siempre se produce.

Y cada etapa puede experimentarse como una pérdida de aquellas actividades, personas, recursos, pensamientos o ideas que se dejan atrás, o positivamente, explotando las nuevas posibilidades, e incluso, generando aquellas no viables con anterioridad, porque han requerido precisamente del paso del tiempo, para su desarrollo.

En todo caso el tránsito por la vida, eleva paulatinamente la importancia conferida a la salud, la familia, la necesidad de trascendencia, y a la verdadera amistad.

La necesidad de perpetuar de alguna forma la propia presencia en el mundo, es un factor cuyo valor se incrementa de forma progresiva, y que se materializa de forma biológica, técnica (transmitiendo conocimientos), o cultural (enseñando valores y formas de mejorar o interpretar la vida).

Pero existen  aspectos relevantes, como la  integridad con respecto a los valores y la forma de vivir, o la aplicación correcta en las relaciones personales de conceptos como el amor o la amistad, que no tendrían porqué condicionarse al transcurso del tiempo, sino que podrían cultivarse durante toda la trayectoria vital.

Por una parte porque actuar con coherencia ante distintas circunstancias y situaciones, permite obtener una visión global cohesionada de la existencia.

Y por otro, porque saber diferenciar entre amigos y conocidos, o entre el amor, el enamoramiento y el deseo, es la base para el establecimiento, de relaciones con mayor fundamento y trascendencia personal y temporal.

Y es que siendo estos dos sentimientos, aquellos a los que se va a ir otorgando un lugar prioritario, conviene diferenciar los vínculos basados en la confianza, la lealtad, el desinterés y la ayuda incondicional, de aquellos otros que se mantienen únicamente en los momentos de prosperidad, o en los que ni existe un interés en el crecimiento de la otra persona, ni una voluntad de proyección común.

Por eso mantener un actuación basada en un eje personal  libremente elegido, y no llevarse a confusión en el tipo de relaciones que se establecen, es una siembra que constituye una garantía para el futuro.

Feliz día.

Carpe Diem




Pensaba hoy en la frase del poeta romano Horacio, “Carpe diem, quam minimum credula postero”, cuya traducción es “aprovecha el día, no confíes en el mañana".

Aprovechar cada día como si fuera el último, supone alejarse de la apatía, la pereza, el lamento, y sustituirlas por la experimentación, el dinamismo, la lucha, la acción...

Implica disfrutar con todos los sentidos de los momentos, las personas, los sentimientos, exprimir al máximo el tiempo, valorar cada una de las cosas de las que se dispone, no dar nada por sentado, y no dejar para mañana lo que pueda disfrutarse hoy.

Comporta también, como la otra cara de la moneda, considerar la muerte, ser consciente de que la vida tiene un fin, lo que permite otorgar verdadera trascendencia al hecho de estar vivo, aprovechar la vida, y buscar la felicidad, sin temor al futuro ni nostalgia o condicionamiento por el pasado.

Ahora bien, actuar “como si no hubiera mañana”, no significa actuar “con la certeza de que no habrá un mañana”, y en consecuencia, la actitud positiva ante la vida no puede confundirse con tener comportamientos triviales, irresponsables, egoístas, o desconsiderados con los demás.

Porque hay que compaginar vivir el momento, con preveer y estar dispuesto a asumir las consecuencias de los actos, sin descuidar la siembra del futuro en el que se desea vivir.

Porque sentir no excluye pensar, y centrar la atención en un cada paso no excluye mantener una visión del camino.

E incluso tomar en consideración el mañana sin otorgarle un valor absoluto o determinante, permite dar un verdadero sentido al hoy.

Y es que no es lo mismo vivir como si el hoy fuera lo único importante, de forma que la actuación presuponga que no existirá un mañana, y que de existir se abordará con absoluta imprevisión, que tener una visión global de la propia vida, y construirla día a día, disfrutando cada momento del camino que conduce al destino deseado y proyectado.

E interpretar la frase en su acepción más cómoda, y despojada de responsabilidad con uno mismo y con las consecuencias que los propios actos comporten para los demás, supone contradecir su verdadero sentido, que nunca puede ser aprovechar un hoy de tal manera que se asegure que, de existir un mañana, éste será un lugar donde no se querría estar.

Porque una cosa es vivir como si mañana no se fuese a tener aquello de lo que hoy se dispone, y otra saber que con la actitud diaria, no se gozará mañana de lo que hoy se tiene y se necesita.

Por ello y asumiendo el verdadero sentido de la frase de Horacio, conviene vivir el hoy como si no hubiera mañana, construyendo cada día ese mañana que llegará a ser hoy.

Feliz día.

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