Cambiar al otro



Pensaba hoy en el afán de muchas personas por cambiar a los demás, y en la historia del roble y la caña.

En la orilla de un río había un roble y una caña de bambú. 

Todos los días el roble le decía a la caña que debía ser fuerte como el y no doblarse cuando soplara el viento.

Una noche de tormenta en que el viento sopló muy fuerte, el roble amaneció partido por la mitad mientras que la cañita seguía meciéndose al sol.

Las creencias mantenidas sobre como ha de ser uno mismo y como han de ser los demás, expresadas mediante “debería”, “tendría”, “habría que”, “es necesario que”, “tiene que”, “absolutamente”, etc., no son más que percepciones de la realidad cuya rigidez produce esclavismo y falta de respeto hacia las creencias ajenas.

Y esto es así porque el cerebro necesita encasillar, ordenar, delimitar, y los matices dificultan esa tarea, siembran dudas, sitúan en una zona de incomodidad.

Pero las creencias son siempre relativas, dependen del ambiente familiar, social, cultural...; blindadas; "absolutamente ciertas"; rígidas, extremistas, y fuente de conflictos con los que no las comparten y cuya forma de pensar, en consecuencia, no se acepta al considerarla carente de certeza.

Aprender a romper los propios esquemas, realizar ajustes, ver las situaciones de diferentes formas, entender que los límites conceptuales son difusos y admiten multitud de alternativas válidas, permite una amplitud de miras que facilita el mantenimiento de los vínculos relacionales basados en la aceptación y el respeto.

Porque la flexibilidad abre la puerta a la felicidad, y porque como dijo Paul Watzlawick, "tienes toda la razón... desde tu punto de vista".

Feliz día.

La lógica difusa


Pensaba hoy en la llamada lógica difusa o borrosa, y en como el concepto induce a confusión, puesto que lo borroso no es la lógica, sino los conceptos con los que opera.

La lógica difusa se basa en la regla: si X (antecedente) entonces Y (consecuencia), donde el antecedente y el consecuente son conceptos difusos, frío, pronto, velocidad..., que operan con variables difusas, mucho, poco, bastante....

Así por ejemplo: si hace mucho frío, entonces hay que aumentar un poco la temperatura.

La interacción realidad-tecnología, y el hecho de que la mayoría de las situaciones de la realidad son difusas, requiere del empleo de éste tipo de lógica, que permite a los programas informáticos interpretar conceptos difusos.

Está lógica se aplica ya en lavadoras, que  moderan el programa de lavado si la ropa "no está muy sucia", o en los sistemas de frenado de los coches, en el control de los ascensores en edificios públicos, en los filtros de spam...

Y es que se trata de ir más allá de la lógica binaria, de operar con palabras en lugar de con números, de partir del axioma de que las cosas no son verdad o mentira, y de aceptar valores intermedios.

De esta forma, un termostato difuso sopesaría el grado de verdad de la opinión sobre la temperatura que tuvieran las personas de la habitación, para decidir si aumentarla.

Y lo más curioso es que las reglas de un sistema difuso pueden ser formuladas por expertos, o bien aprendidas por la máquina por su propia experiencia, haciendo uso, en este caso, de redes neuronales inspiradas en la biología humana.

Estas redes están compuestas de neuronas que reciben varios inputs y los combinan, para emitir un solo output, modificando sus conexiones en función de la experiencia, como las neuronas de verdad.

La lógica difusa se aplica también a la interrelación social: a los sistemas de pertenencia, a los procesos relacionados con los valores, a la toma de decisiones, etc.

En estos y otros casos si en lugar de aplicarse una lógica rígida, bipolar y categórica, se utiliza una lógica difusa, flexible y multivalor, se facilita la adaptación, el cambio gradual, o la adopción de nuevas ideas...

Porque ante una situación de negociación o de duda personal, no es lo mismo mantener posicionamientos binarios, o blanco o negro, que interpretar de forma amplia los conceptos, reconociendo la amplia gama de grises.

Y es que la lógica difusa es, paradójicamente, la más clara y conciliadora de las lógicas.

Feliz día.

El saco de boxeo


Pensaba hoy en los sacos de boxeo, utilizados para practicar golpeo de fuerza.

Pueden ser de distinta forma, peso, materiales, rellenos, y de base fija o colgantes, pero en todo caso su misión es recibir golpes muy fuertes, encajándolos, y volviendo al lugar de origen.

La elección del saco no es cuestión baladí, debe escogerse uno que permita la evolución del usuario, que tenga las características y el nivel adecuado.

Precisamente en este último aspecto reside la causa por la que, algunas personas, se comportan como si fueran sacos de boxeo.

Ignoran su propio valor y dependen del reconocimiento, que obtienen al contemplar su capacidad para encajar la ira y las frustraciones ajenas.

Consideran que deben aceptar esos golpes, que ni siquiera cuestionan recibir, porque los malos hábitos son rutas conocidas de la mente.

Y es responsabilidad de cada uno darse cuenta de ese error de identidad, y entender que el poder de cambiar esa dinámica reside en uno mismo.

Se trata de cuestionarse que golpes se reciben y cómo se responde ante ellos, con la finalidad de deslegitimar tanto su recepción como el posicionamiento en el victimismo.

Se trata de concienciarse de que se es una persona y no un saco de boxeo.

Feliz día.

La insatisfacción


Pensaba hoy en la insatisfacción, ese sentimiento que aparece cuando las cosas que se han conseguido no cubren las expectativas, existiendo un desnivel entre las ilusiones y la realidad.

La insatisfacción ocasional proporciona impulso, motivación, incita al progreso, y al establecimiento de nuevos objetivos, siendo una emoción necesaria para el crecimiento personal y profesional.

Por el contrario la insatisfacción crónica o permanente, produce un desequilibrio emocional, ya que impide disfrutar de lo que se dispone, al focalizarse siempre la atención en aquello de lo que se carece.

Ser consciente de las cosas y personas que forman parte de la propia vida, otorgarles importancia, imaginar su falta y valorar todo lo que se ha conseguido, permite mantener una sana ambición compatible con la sensación de sentirse satisfecho.

Cierto que el actual sistema socio-económico fomenta la insatisfacción, al ensalzar la comparación, la competitividad, y residenciar la clave de la felicidad en la posesión de aquellas cosas de las que no se dispone, de manera que como nunca se obtendrá todo, nunca se será feliz.

Por eso conviene fijar la mirada en uno mismo y no en el otro, apreciar lo que se tiene, fijarse objetivos asumibles, y valorar el esfuerzo que se realiza en el camino hacia su consecución.

Porque la vida la construye uno mismo, y en ella existe lo que cada uno a elegido, en las propias manos reside la posibilidad de cambiarlo, con el empuje de la insatisfacción ocasional, o de resignarse instaurándose en una permanente insatisfacción.

Feliz día.

El poder del pensamiento



Pensaba hoy en el desconocido poder transformador del pensamiento.

Y es que la creencia de que el resultado de la propia vida no depende de uno mismo, sino de factores externos, no puede sostenerse ni desde el punto de vista del determinismo genético, ni desde el de la neurociencia.

En el primer caso, porque los mecanismos de la nueva ciencia de la epigenética, han demostrado que las experiencias vitales influyen sobre la actividad de los genes y pueden redefinir su código.

Es decir, que las percepciones controlan el comportamiento y la actividad de los genes, existiendo por tanto una responsabilidad personal en la modificación de la forma en que estas se producen, como medio para modificar a su vez la biología y el comportamiento.

Y en el segundo porque si bien la mente subconsciente, conformada por las experiencias de aprendizaje directas o indirectas, es un millón de veces más poderosa que la mente consciente, y en consecuencia el 95 por ciento de las decisiones son derivadas del procesamiento de la mente subconsciente, ser conocedores de este hecho permite detectar los programas automáticos subconscientes, y modificarlos.

Investigaciones recientes sobre neuroplasticidad revelan, que el cerebro es capaz de generar nuevas neuronas y nuevos circuitos de conexión entre ellas, generando nuevas respuesta frente a la misma experiencia.

Y es que el hecho de que los pensamientos negativos atraen resultados negativos, y los pensamientos positivos atraen resultados positivos, es una verdad contrastada.

Convencerse a través de los pensamientos de la propia capacidad para realizar una acción, conduce a que el cerebro busque la manera de conseguirlo. 

No se trata de un cambio instantáneo, pero es un hecho que el cambio de pensamiento provoca un cambio de actitud y, por tanto, del devenir de los acontecimientos.

Este hecho permite a la persona convertirse en arquitecto de su propio destino, mediante la modelación de sus pensamientos.

Considerarse capaz es por lo tanto, una responsabilidad personal que permite poder ser lo que se desea ser.

Feliz día.

Valorar lo que se tiene

Pensaba hoy en la frase “de tanto hacerlo sin parar, me acostumbré a respirar...”.

Y es que muchas veces ni siquiera se valora la posibilidad de respirar cada día, y lo que eso significa.

No se valora el hecho de estar vivo, tener vista, oído, salud, comida, ropa, amigos, una pareja, un proyecto, una familia, etc.

Resulta sencillo acostumbrarse a tenerlo, por el sólo hecho de que se produce de forma natural y repetida, y disfrutarlo se convierte en una rutina.

Pero no se trata sólo del hecho de focalizarse en lo que no se tiene, ni en tener constancia de que otras personas carecen de ello, ni en imaginarse el caso de que faltase, ni en no agradecer su posesión.

Se trata de no dar por sentado que siempre estará ahí, de notar la falta que nos hace, de sentir lo que nos aporta, de observar como cada pieza permite gozar de una vida completa.

Se trata de apreciar la insustituibilidad emocional, de recordar el motivo de la elección, de no olvidar aquello que hizo y hace singular a esa cosa o a esa persona.

Se trata de valorar lo que se tiene, sin necesidad de perderlo previamente, de crear el hábito de renovar periódicamente la sensación sentida al conseguir la situación deseada, venciendo esa predisposición a la crítica, y a apreciar únicamente las cosas ante situaciones de contraste.

Se trata de no dar nada por sentado, porque la vida no puede preverse ni controlarse, y valorar lo que se tiene antes de que se convierta en lo que hubiese gustado valorar.

Se trata en definitiva de comenzar desde el día de hoy a mirar alrededor, fijándose en las cosas de que se dispone y agradecerlas.

Feliz día.

La suerte


Pensaba hoy en la creencia sobre la buena y la mala suerte, y en como la ilustra la fábula del león.

"Un hombre caminando por la selva se topó con un león dormido.

Poniéndose de rodillas ante él, murmuró:

– Por favor, no me comas.

La bestia siguió roncando y el hombre gritó:

– ¡Por favor, no me comaaas!

El animal no se inmutó, y el hombre temblando, se acercó a la cara del león y volvió a gritarle en vano, porque la fiera no despertó.

Histérico, comenzó a darle patadas en el lomo mientras gritaba;

– ¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!.

El león despertó, saltó sobre él y, furioso, comenzó a devorarlo.

El hombre se quejó;

– ¡Qué mala suerte tengo!.

La fábula refleja la importancia de la actitud en el desarrollo de los acontecimientos.

Sin embargo para la Real academia de la lengua, la suerte es el encadenamiento fortuito o casual de los sucesos.

Esta definición hace hincapié en que los hechos y circunstancias, son imprevisibles e independientes de la voluntad.

Pero lo cierto es que tanto la buena como la mala suerte, están estrechamente relacionadas con la actitud.

En este sentido Wiseman, uno de los grandes estudiosos de la suerte, concluyó que el 90 % de los hechos, están relacionados con la forma de pensar y actuar de la persona.

Y es que para "tener suerte" es necesario utilizar la inteligencia intuitiva, es decir, escuchar a la intuición, a las corazonadas.

Es necesario insistir y ser tenaz ante los fracasos, no dejar de intentarlo, hay que tener "locus de control", creer que los resultados dependen en parte del talento y del esfuerzo, de la superación.

Es necesario crear las oportunidades, pensar que la suerte no se encuentra fuera sino, que es una actitud ante la vida.

Y hay que crear posibilidades para provocar situaciones distintas.

Porque tener buena suerte depende en gran medida de uno mismo, y cuando se obtienen los resultados deseados, cuando se "tiene suerte", se siente una satisfacción inconmensurable.

Porque tener buena suerte, engancha.

Feliz día.

¿El fin justifica los medios?

Pensaba hoy en la frase "el fin justifica los medios", atribuida a Maquiavelo, aunque su origen se encuentra en la obra de Hermann Busenbaum, Medulla Theoilogiae Moralis, publicada en el siglo XVII.

Dejando al margen tanto las situaciones límite, que pueden constituir la excepción existente en toda regla, como aquellos supuestos en que tanto la meta como el objetivo son nobles, la respuesta no puede depender del tipo de fin que se persiga, porque ello equivaldría a dejar a una percepción subjetiva personal el empleo de cualquier medio ilegal o inmoral, para la consecución de la meta propuesta, e incluso a convertir al fin en la coartada de los medios.

Y es que ante el planteamiento mental de cualquier objetivo, existe también la reflexión sobre los medios a emplear, es decir, la toma en consideración de las distintas alternativas de actuación posibles y de los esfuerzos, costes, beneficios y consecuencias de cada una de ellas.

De manera que resulta posible analizar las acciones desde la razón, la ética, la moral e incluso desde el más elemental sentido común, descartando aquellas que aunque pudieran resultar más eficaces, resulten dañinas para terceros o sean injustas.

Y en todo caso en esa ponderación habrá que tener en cuenta, no únicamente la consideración personal de que el fin justifica el medio escogido, sino la consideración social de la actuación.

Porque en muchas ocasiones, la obtención del fin puede comportar la propia recrimación de las acciones empleadas, resultando a largo plazo más gratificante, obtener menores resultados o invertir más tiempo en su consecución actuando por los cauces correctos, sin contradecir a la conciencia.

Y porque además la acción es también enjuiciada por el grupo social en el que se produce, y por eso tienen que considerarse los valores predominantes en la sociedad.

Pero sobre todo no debe perderse de vista, ni que las palabras muestran lo que se pretende ser pero son las acciones las que ponen de manifiesto quien se es en realidad, ni la norma básica de convivencia consistente en no hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros.

Feliz día.

86.400... segundos

Pensaba hoy en que la vida es una sucesión finita de días, cada uno de los cuales tiene 86.400 segundos.

Y en como de la misma manera que la misión de la oscuridad es permitir una toma de conciencia acerca de la luz, tomar en consideración a la muerte, otorga una perspectiva distinta de la vida.

Porque existe la tendencia a considerar que la propia vida será eterna, y a adoptar en consecuencia, unos hábitos que dificultan o impiden el disfrute de cada día.

Se llena la agenda de actividades superfluas, se ignoran las prioridades, se dedica el esfuerzo a la construcción de un futuro desatendiendo el presente; se focaliza la ilusión en las expectativas en lugar de en aquello de que se dispone; se presta poca atención a las emociones; se ensalza el sufrimiento y se da por sentada la alegría; no se pide perdón ni se valora la humildad.

Imperan el orgullo y la soberbia; se justifican los medios empleados para obtener el fin deseado sin tomar en consideración los daños colaterales; se relativiza la importancia de la verdadera amistad y del amor.

Se vive instaurado en la queja constante, en la envidia, se acumulan rencores y venganzas, se ansía tener la razón; se justifica la soledad; se miente; se culpa a terceros o al azar de las consecuencias de los propios actos; se lucha por ser mejor que otro en vez de por mejorar uno mismo, etc.

En definitiva, se cierra el día dejando cosas pendientes, y se anda mucho pero sin rumbo, en lugar de tomar las riendas de la vida y empezar a valorar la importancia de estar vivo, de las cosas, y de las personas.

En lugar de apreciar el regalo de cada nuevo despertar , del acto de respirar, y poder disponer de una nueva oportunidad para tener el coraje de escuchar al corazón y a la intuición, y dirigir ese día a aquello que se quiere ser realmente, eliminando lo secundario.

En lugar de aprovechar el nuevo día para replantearse la existencia, y exprimir al máximo las posibilidades de que puede disfrutarse sin dejarse ensordecer por la sociedad.

Cuando lo único cierto, es que no existe ninguna garantía sobre la existencia de un mañana, y que no habrá una segunda oportunidad para ser de otra forma, o hacer todas aquellas cosas que realmente se desea hacer.

Por eso, para apreciar la oportunidad que representa el despertar cada día, y valorar cada uno de los 86.400 segundos que lo componen, es necesario no olvidar que esos días están contados.

Feliz día.

Menos es más



Pensaba hoy en como la vida se parece en muchos aspectos a una operación matemática, y en cómo puede llegarse a un mismo resultado de forma simple y directa, o de forma compleja y enrevesada.

Existe una tendencia generalizada a complicar la vida. 

En ocasiones mediante la excesiva preocupación por aspectos que no tienen importancia, o por situaciones que no tienen solución. 

En otras, y fruto de la inseguridad, anticipando acontecimientos que no tienen porqué suceder. 

O bien permitiendo que un suceso puntual enturbie todo el día o toda la semana, extendiendo su negatividad, e incluso también inventando dificultades que sólo existen en la imaginación.

Por otra parte, y al margen de los mencionados comportamientos, el funcionamiento social dificulta la simplicidad vital. 

Se fomenta el empleo casi total del tiempo con ocupaciones no satisfactorias, que muestran la imagen esperada de la persona, pero la alejan de aquellas actividades que realmente permiten su realización como ser humano, y el verdadero disfrute del día a día.

Y esta situación aboca además a la frustración, ya que supone vivir inmerso en una fuente continua e imparable de expectativas, cuya consecución no satisface sino que conduce a la creación de otras nuevas, en un camino sin final y hacia ninguna parte.

Por ello resulta fundamental simplificar la vida, identificar prioridades, y desprenderse de lo superfluo a todos los niveles, para disponer de tiempo para uno mismo.

No hay que focalizarse tampoco de forma obsesiva en el futuro, desmereciendo o desaprovechando el presente, ya que resulta imposible controlar la totalidad de los efectos de la vida .

Y es que aceptar una vida simple no es conformismo, se trata de reconocer, para poder moderarlas o combatirlas, las necesidades propias del ego, que se nutre de apariencias y de continuas expectativas, que sitúan por tanto en un marco de perpetúa insatisfacción impidiendo al yo interior expandirse.

Porque el bienestar emocional no depende de lo que se hace ni de lo que se tiene, sino de lo que se es y de los que se siente.

Y es que cuando se comprende que la auténtica felicidad reside en el interior, deja de ansiarse que la realidad se adapte a las necesidades, y desaparecen la lucha y el sufrimiento.

La vida es un camino largo, y si se simplifica y elimina lo que no es necesario para avanzar, se puede enfocar todo el esfuerzo en conseguir las propias metas.

Porque 5 + 5= 10, y 5 + 20 - 10 X 2 /3 =10 también. La decisión es personal.

Feliz día.
 


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