Aceptar al otro


Aceptar al otro tal como es no significa sumisión, resignación, o derrota, sino superación, habilidad social y coraje.

Es un proceso donde convergen dos factores: uno previo de carácter cognitivo o mental, y otro posterior de carácter afectivo, como reacción frente a esa constatación.

La mayor dificultad radica en el aspecto mental, porque al entablar una relación, se produce una aplicación de la idea personal preconcebida, y considerada válida, de cómo debe ser el otro y cómo debe comportarse.

Y esto es fuente de conflictos, puesto que cada persona dispone de sus propios criterios y conceptos, no extrapolables ni imponibles, por cuanto su validez queda reducida a uno mismo.

Aceptar al otro como es, implica aceptar con humildad que las personas y las cosas no pueden ser, ni tienen que hacerse únicamente bajo los propios parámetros, sino que hay encontrar marcos comunes de actuación, y respetar la personalidad ajena, de la misma forma en que se pretende ser respetado.

Y esto permite generar la reacción de acogimiento afectivo del otro, tratándolo y dejándolo ser, en la forma en que necesite, sin exigirle el cumplimiento de expectativas, ni considerar gravosa esa aceptación, sino teniendo presente los aspectos positivos, implícitos y derivados, de la misma.

Porque aceptar al otro es un indicador del valor que se confiere, tanto a esa persona, como al vínculo existente.

Porque aceptar al otro permite positivizar lo negativo, es decir, reflexionar sobre qué aspectos positivos contiene esa conducta o rasgo que es aceptado, qué puede aprenderse, y qué incorporarse como mejora personal.

Y porque aceptar y ser aceptado es una fuente de crecimiento, y la base del establecimiento de relaciones trascendentes.

Feliz día.

Los juicios de valor


Pensaba hoy en que el ser humano necesita disponer, para su desenvolvimiento social, de un concepto del bien, del mal, de la amistad, de la traición, de la libertad, de la lealtad, de la fidelidad, del sacrificio, de la responsabilidad, etc., que adquiere a partir de experiencias, costumbres o aprendizajes.

Siendo por tanto el entorno familiar, social, cultural, económico, y político, el que configurará la particular y subjetiva visión del mundo, y de lo que será considerado verdadero y correcto.

Y son precisamente esos conceptos los que determinan tanto los juicios como los pre-juicios, es decir, esas valoraciones positivas o negativas, acerca de situaciones, cosas, colectivos o actuaciones.

Porque un pre-juicio no es más que un juicio anticipado, es enjuiciar aplicando un juicio de valor infundado por falta de contraste.

Pero es ese componente temporal lo único que lo diferencia del juicio, ya que en ambos existe la aplicación automática, inconsciente y subjetiva de unos criterios de valor individuales, basados en los conceptos personales, y que generan un etiquetamiento y distorsionan la percepción.

Y pretender elevar esa percepción al grado de veracidad, únicamente puede conducir al desencuentro y la confrontación, en caso de discrepancia.

Y tan peligroso e injusto es prejuzgar como juzgar, porque cualquier relación interpersonal requiere renunciar a la imposición al otro de los propios conceptos e ideas, y su sustitución por aquellos otros, comúnmente acordados, y que en consecuencia, pueden ser aceptados y considerados válidos por sus integrantes.

Ser consciente de que no existe una única forma de percibir una realidad, sino que ésta tiene tantos matices como personas intervienen en ella, permite detectar el radicalismo conceptual, abandonarlo, y elaborar variantes donde las relaciones personales se desarrollen dentro de un marco conceptual común.

Y la modificación de las propias ideas, superando   el determinismo y la parcialidad de las visiones unilaterales, permitirá una integración conceptual esencial para la construcción de relaciones trascendentes.

Porque en todo caso el respeto es la base de cualquier relación, y llegar a acuerdos sobre los conceptos que intervienen en una relación, no deja de ser una muestra de respeto mutuo.

Feliz día.

El orden de las prioridades

Pensaba hoy en como a medida que avanza el ciclo vital, cambian también las prioridades personales.

El proceso madurativo comporta una modificación de las estructuras psicológicas y del comportamiento, que se manifiesta, entre otros aspectos, en la clarificación de conceptos y en la alteración del orden de las prioridades.

Porque con independencia del momento en que acontezca, o de que en ella influyan las condiciones particulares de cada persona, la evolución siempre se produce.

Y cada etapa puede experimentarse como una pérdida de aquellas actividades, personas, recursos, pensamientos o ideas que se dejan atrás, o positivamente, explotando las nuevas posibilidades, e incluso, generando aquellas no viables con anterioridad, porque han requerido precisamente del paso del tiempo, para su desarrollo.

En todo caso el tránsito por la vida, eleva paulatinamente la importancia conferida a la salud, la familia, la necesidad de trascendencia, y a la verdadera amistad.

La necesidad de perpetuar de alguna forma la propia presencia en el mundo, es un factor cuyo valor se incrementa de forma progresiva, y que se materializa de forma biológica, técnica (transmitiendo conocimientos), o cultural (enseñando valores y formas de mejorar o interpretar la vida).

Pero existen  aspectos relevantes, como la  integridad con respecto a los valores y la forma de vivir, o la aplicación correcta en las relaciones personales de conceptos como el amor o la amistad, que no tendrían porqué condicionarse al transcurso del tiempo, sino que podrían cultivarse durante toda la trayectoria vital.

Por una parte porque actuar con coherencia ante distintas circunstancias y situaciones, permite obtener una visión global cohesionada de la existencia.

Y por otro, porque saber diferenciar entre amigos y conocidos, o entre el amor, el enamoramiento y el deseo, es la base para el establecimiento, de relaciones con mayor fundamento y trascendencia personal y temporal.

Y es que siendo estos dos sentimientos, aquellos a los que se va a ir otorgando un lugar prioritario, conviene diferenciar los vínculos basados en la confianza, la lealtad, el desinterés y la ayuda incondicional, de aquellos otros que se mantienen únicamente en los momentos de prosperidad, o en los que ni existe un interés en el crecimiento de la otra persona, ni una voluntad de proyección común.

Por eso mantener un actuación basada en un eje personal  libremente elegido, y no llevarse a confusión en el tipo de relaciones que se establecen, es una siembra que constituye una garantía para el futuro.

Feliz día.

Carpe Diem




Pensaba hoy en la frase del poeta romano Horacio, “Carpe diem, quam minimum credula postero”, cuya traducción es “aprovecha el día, no confíes en el mañana".

Aprovechar cada día como si fuera el último, supone alejarse de la apatía, la pereza, el lamento, y sustituirlas por la experimentación, el dinamismo, la lucha, la acción...

Implica disfrutar con todos los sentidos de los momentos, las personas, los sentimientos, exprimir al máximo el tiempo, valorar cada una de las cosas de las que se dispone, no dar nada por sentado, y no dejar para mañana lo que pueda disfrutarse hoy.

Comporta también, como la otra cara de la moneda, considerar la muerte, ser consciente de que la vida tiene un fin, lo que permite otorgar verdadera trascendencia al hecho de estar vivo, aprovechar la vida, y buscar la felicidad, sin temor al futuro ni nostalgia o condicionamiento por el pasado.

Ahora bien, actuar “como si no hubiera mañana”, no significa actuar “con la certeza de que no habrá un mañana”, y en consecuencia, la actitud positiva ante la vida no puede confundirse con tener comportamientos triviales, irresponsables, egoístas, o desconsiderados con los demás.

Porque hay que compaginar vivir el momento, con preveer y estar dispuesto a asumir las consecuencias de los actos, sin descuidar la siembra del futuro en el que se desea vivir.

Porque sentir no excluye pensar, y centrar la atención en un cada paso no excluye mantener una visión del camino.

E incluso tomar en consideración el mañana sin otorgarle un valor absoluto o determinante, permite dar un verdadero sentido al hoy.

Y es que no es lo mismo vivir como si el hoy fuera lo único importante, de forma que la actuación presuponga que no existirá un mañana, y que de existir se abordará con absoluta imprevisión, que tener una visión global de la propia vida, y construirla día a día, disfrutando cada momento del camino que conduce al destino deseado y proyectado.

E interpretar la frase en su acepción más cómoda, y despojada de responsabilidad con uno mismo y con las consecuencias que los propios actos comporten para los demás, supone contradecir su verdadero sentido, que nunca puede ser aprovechar un hoy de tal manera que se asegure que, de existir un mañana, éste será un lugar donde no se querría estar.

Porque una cosa es vivir como si mañana no se fuese a tener aquello de lo que hoy se dispone, y otra saber que con la actitud diaria, no se gozará mañana de lo que hoy se tiene y se necesita.

Por ello y asumiendo el verdadero sentido de la frase de Horacio, conviene vivir el hoy como si no hubiera mañana, construyendo cada día ese mañana que llegará a ser hoy.

Feliz día.

El relativismo ético




Pensaba hoy en las consecuencias sociales del relativismo ético.




El relativismo ético sostiene la inexistencia de unos valores éticos generalizables, y mantiene que conceptos como el bien, el mal, la justicia, la mentira, el respeto, etc., pueden tener significados diferentes e igualmente válidos, según el contexto social en el que operan, e incluso de las personas que los utilicen.


Representa por tanto un contrapunto de tolerancia e integración, frente al etnocentrismo, que  mantiene la supremacia de la cultura y la moral propias, así como su imposición a sistemas culturales ajenos, a los que se desvaloriza considerándolos menos avanzados o legítimos.

Pero que el relativismo en cuanto aparentemente más respetuoso, goce de una considerable popularidad, no lo exime de riesgos, sino que al contrario, es la brecha para justificar la irresponsabilidad, además de resultar fácilmente refutable.

En primer lugar por la contradicción que contiene en su propia formulación, derivada de  establecer como bueno el relativismo y como mala otra corriente de pensamiento, cuando el primero sostiene la igual validez de todas las opiniones, y la imposibilidad de fijar un único sentido a lo bueno.

En segundo lugar porque cualquiera que sean los matices éticos, se coincide en que el mal no debe ser consentido, existiendo una conciencia natural común en ese sentido.

E incluso, la propia tolerancia hacia el otro, se comparta o no su opinión, pregonada por el relativismo, presume considerar ese valor como generalmente aceptado y positivo.

Y finalmente por la necesidad de existencia de unas reglas pragmáticas de convivencia entre las personas, que doten de estabilidad a la sociedad, sin hacer depender las interrelaciones, del sentido que cada miembro de la misma otorgue a lo correcto y lo incorrecto.

Y es que resulta esencial dotar de respaldo legal y convencional a esos conceptos, sancionando comportamientos como matar, robar, mentir, abusar u otros que resulten lesivos para los demás.

Y si en pura lógica relativista vale todo y adoptar esa posición puede resultar cómodo para evitar confrontaciones, no contraer compromisos y no asumir la responsabilidad de los propios actos, resulta en todo caso peligrosa, destructiva e indicativa de la carencia de unos valores de conducta sólidos.

Porque si bien caben los distintos puntos de vista, la realidad es única y no depende de la cultura.

Y no cabe cambiar las palabras para referirse a una misma realidad, o ampararse en una concreta visión de los hechos, mayor o menormente compartida, para legitimar actuaciones contrarias a lo comunmente establecido.

Y menos sembrar una inseguridad relacional basada en un relativismo, que suponga entender el bien, el mal, la lealtad, o la sinceridad según el momento vital de cada uno.

Porque una cosa es el respeto a la cultura y los valores sociales ajenos, y otra pretender adaptar esos valores a la propia conveniencia, para justificar el quebranto de las normas éticas y sociales.

Feliz día.

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