La respuesta está en la pregunta


Pensaba hoy en la importancia que se confiere a la búsqueda de respuestas, cuando el elemento esencial para la resolución de un problema, es la correcta formulación de las preguntas.

Y es que pretender encontrar la solución a un problema, para el que no exista una pregunta adecuada, conduce a andar en una dirección equivocada, que en el mejor de los casos, terminará en soluciones inválidas o inservibles, sino se agota en las elucubraciones.

Por el contrario, cuando la pregunta es la acertada, podrá tardarse más o menos tiempo en hallar la respuesta, pero se estará en el camino correcto.

Y para poder plantear correctamente una pregunta, conviene alejarse de la tendencia a realizar un planteamiento cómodo de la misma, que evite el cuestionamiento de los aspectos sustanciales.

Es necesario adoptar una posición activa frente al problema, sin pararse en una interminable teorización sobre el mismo, por falta de valentía para proceder a la búsqueda del origen del mismo y de su solución, porque esto conduce al estancamiento, y a la toma de decisiones inadecuadas.

Hay que empezar por definir los hechos en los que radica el origen al problema, hasta reducirlos a términos precisos, y clarificar las relaciones entre ellos.

Este fórmula permite plantear la hipótesis, de manera que pueda determinarse qué información se debe obtener para resolver el problema.

Y por ello si la pregunta es imprecisa o poco congruente, resultará imposible encontrarle una solución que sea clara.

Porque es precisamente la pregunta, la que genera la idea para resolverla, y la que determina tanto los caminos para la investigación, como los sistemas de recogida de la información necesaria.

Por eso resulta importante saber cómo realizar un planteamiento correcto de todas las preguntas, pero es también esencial, encontrar qué preguntas son aquellas que resulta trascendente plantearse para la obtención de la vida que se desea.

Y sobretodo saber que una solución, no es tal, hasta que se convierte en acción.

Feliz día.

El amor no se gana, se regala

Pensaba hoy en que el amor no se gana, o existe o no, y en como, frente a su ausencia, la respuesta no está en batallar, sino en la aceptación, y en la búsqueda de un camino alternativo.

Porque no se puede recurrir, ni a los recuerdos ni a las esperanzas para sostener la lucha, ya que lo primero es como vivir velando a un cadáver, y lo segundo, es luchar con armas imaginarias, en un combate sin contrario.

Y es que el amor surge espontáneamente, y tan imposible es ocultarlo, como fingir que éste existe cuando no es así.

Por eso, resulta tan inútil como erróneo, empeñarse en conseguirlo.

Y cuando la voluntad, el interés, o la manera de hacer las cosas de una persona, pone de manifiesto la falta de amor, hay que abandonar la relación.

Por doloroso que parezca, es importante reconocerlo e iniciar un proceso de reconstrucción personal, para poder mantener un respeto y una autoestima que, de lo contrario, acabaran destruyéndose.

Porque continuar en un sistema de gestión de ausencias y de insatisfacción, supone renunciar voluntariamente a lo que se desea.

Hay que tener el valor de aceptar la situación y ser consciente de que se puede estar en un lugar donde merezca la pena estar.

Un lugar que ilusione, que gratifique, donde se regale un afecto de brote incontrolable, donde las expectativas personales puedan verse satisfechas, y donde se reconozca el propio valor.

Un lugar al que solo se puede llegar saliendo de donde no se debe estar, porque donde se está es donde se deposita la energía.

Hay que desterrar creencias limitadoras, que infunden temor,  que paralizan, y que carecen de base racional. 

Nadie es imprescindible ni insustituible, y todas las etapas son transitorias. 

Permanecer en una situación donde no existe amor, es renunciar a la parte más bonita de la vida, es conformarse con nada, cuando se puede tener todo.

Feliz día.

Hacia la meta

Pensaba hoy en la importancia de no perder nunca de vista la meta en el transcurso del camino hacia su consecución.

Y es que en muchas ocasiones,  puede no alcanzarse el fin deseado, por no estar bien definido, no estar bien planificada la ruta, o por prestar excesiva atención a los obstáculos que en ella aparezcan.

Los objetivos tienen que ser concretos, delimitados en todos sus elementos, realistas, acordes con las propias capacidades y posibilidades, y tener un límite temporal para su realización.

También y  salvo que se trate de un proyecto común, deben depender de uno mismo, del propio esfuerzo, y de la propia constancia.

La planificación para obtener un objetivo, implica realizar las acciones necesarias para lograrlo, tomando en consideración los factores, internos y externos, que puedan influir.

Y finalmente, tienen que analizarse bien los obstáculos que se presenten, para discriminar los importantes, de los que no lo son.

Porque ya se trate de trabas internas, de circunstancias imprevisibles, o de la actuación de terceros, todas ellas distraen en el logro de los objetivos.

Únicamente interesa prestar atención a aquellos hechos, cuya solución es necesaria para alcanzar el fin propuesto, porque ocuparse de cualquier incidente, es un desgaste que aleja, e incluso puede llegar a impedir, conseguir el objetivo.

Y resulta sencillo sentir cansancio, desesperanza, o insatisfacción durante el trayecto.

E incluso también, detenerse en tratar de conseguir metas accesorias,  que complementarían al resultado principal, pero que no están incluidas en el objetivo planteado.

Pero ello hay que mantenerse enfocado en el final del camino, en aquello que se desea, poniendo la energía en los pasos a seguir, y haciendo caso omiso a aquellos factores que nada aporten, o que incluso dificulten la andadura.

Porque la clave del éxito, en los proyectos de largo recorrido, reside en no apartar los ojos de la línea de llegada, sin flaquear, sin dudar, y sin distraerse.

Feliz día.

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