La ley de la atracción


Pensaba hoy en que los sentimientos y emociones, son reacciones elegidas, opciones, y no determinaciones automáticas.

Las personas disponen del poder de modular sus pensamientos, de generarlos, e incluso de desterrarlos, en cuanto son seres pensantes dueños de dichos pensamientos.

Y entender eso es la clave para el funcionamiento de la ley de la atracción, según la cual todo lo que llega a la vida, es porque se ha atraído pensándolo.

Y es que un pensamiento atrae a pensamientos semejantes, es como la semilla de lo que se recoge, y de ahí que cambiándolo, puedan crearse, en términos generales, las circunstancias  vitales deseadas, y evitarse las que no.

Pero es que además, los pensamientos negativos generan sentimientos negativos, que a su vez, aumentan los pensamientos negativos, creándose un círculo vicioso de infelicidad.

Este hecho debería ser suficiente para, ante la detección de un pensamiento negativo, parar a analizar su veracidad objetivamente, y sustituirlo por otro positivo, al que aferrarse con pleno convencimiento.

Porque de esta forma, además de aumentar el propio bienestar, se estará en disposición de empezar a aplicar la ley de la atracción.

Para ello es necesario formular claramente lo que se desea.

A partir de ahí la actitud es fundamental, y hay que considerar que ya se dispone de lo deseado, siendo cuestión solamente, de que llegue el momento oportuno para su materialización.

Hay que pensar, hablar y actuar como si ya se dispusiera de eso, porque si los pensamientos continúan focalizados en la carencia, se seguirá atrayendo esa carencia.

Hay que tener la certeza absoluta de que se va a obtener lo deseado, y obrar en consecuencia, ya que lo contrario es emitir señales contradictorias: desear una cosa y actúar como si nunca fuera a conseguirla.

Y es que como dijo Einstein, el tiempo es una ilusión, todo acontece simultáneamente, todo lo que se desea en el futuro ya existe en el presente, solo hay un retraso en conocer y sentir lo que ya se tiene.

Se trata pues simplemente de tomar conciencia de que se es el responsable de los pensamientos, y de las reacciones y sentimientos ligadas a ellos.

Se trata de comprender que el pensamiento, es fruto de la libertad humana, y el mayor instrumento del que se dispone para crear la propia realidad.

Feliz día.

La admiración: fan o fanático.



Pensaba hoy en la diferencia entre fan y fanático, y en como se utilizan de forma sinónima, cuando su significado es bien distinto.

La palabra fanático tiene su origen en la antigua sociedad romana, que designaba a sus templos con el término “Fanum”.

En ellos, los sacerdotes, conocidos como “fanaticus”, aparecían como poseídos por espíritus, realizando gestos grotescos y emitiendo gritos, quedando la idea de que un fanático es el que, para manifestar su idolatría por alguna divinidad, lo hace de una manera exagerada e irracional.

Por su parte la voz “fan” nació del acortamiento de fanático, para designar al entusiasta seguidor, que sabe poner límite a sus pasiones.

En la base de ambos, fanático y fan, reside la admiración.

La admiración se basa en aquellas características o rasgos extraordinarios, reconocidos como positivos por el admirador, y que provocan un sentimiento de consideración especial hacia el admirado, aunque en ocasiones se trate de una persona desconocida, ya que, en este caso, es posible admirar por ejemplo, cualidades visibles y contrastables, tales como el trabajo, el respeto o el esfuerzo.

Pero no es admiración, ni la ausencia de crítica, ni la veneración, ni la búsqueda de una identificación con algo o alguien por lo que representa, en un intento de resaltar la propia personalidad ante los demás, de convertirlo en el propio reflejo de uno mismo.

Porque la verdadera admiración se mantiene mientras permanezca su base, no es instrumental, ni desaparece cuando la identificación deja de resultar útil, por ejemplo ante el envejecimiento de la persona admirada, o cuando ésta deja de sorprender.

En esos momentos, el auténtico admirador, en lugar de hacer leña del árbol caído, en lugar de criticar y juzgar, no sólo continua admirando, sino que siente además agradecimiento.

Y es que lo que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable lo es más cuanto más se admira.

Feliz día.

La deshumanización


Pensaba hoy en la deshumanización, ese proceso mediante el cual una persona o grupo de personas, pierden sus características humanas.

Un estudio publicado en Journal of Experimental Social Psychology, muestra que el contacto social a través de las redes sociales en Internet, potencia la deshumanización de las personas.

La deshumanización está muy ligada a la pérdida de los valores personales y sociales, al ensalzamiento de las conductas individualistas, al contemplar a los otros como instrumentos para los propios fines, a la falta de implicación con los problemas ajenos, a la falta de sensibilidad y empatía, al menosprecio de la afectividad, a la falta de compasión, al encubrimiento, a la desconfianza, a la cobardía, y un largo etcétera.

Y es que la conexión social es absolutamente necesaria para las personas, pero cuando ésta se realiza desde medios que permiten ocultar la identidad, y por tanto facilitan e incluso se proponen el engaño, es imposible atribuir a la otra parte las características humanas, que se ocultan u obvian en uno mismo.

Porque no hay que olvidar que en toda interacción personal, aunque no exista un contacto auditivo o visual, la relación sigue siendo entre humanos, y el medio virtual no debe servir de cobertura a conductas que empañen este aspecto.

Por ello conviene pasar de la deshumanización a la rehumanización, utilizar positivamente las nuevas tecnologías, asumir el reto de volver a ser persona, y ser honestos con los demás y con uno mismo, para recuperar el sentido de la vida.

Feliz día.


Acallar la mente




Pensaba hoy en lo agotador que resulta mantener un continuo diálogo interno, sobretodo porque se sabe que el cerebro, procesa entre 20.000 y 60.000 pensamientos al día, y que en un 80% son negativos.

De ahí la importancia tanto de aprender a acallar la mente, como de crear e implantar, nuevos patrones de pensamiento.

Y es que el diálogo interno continuo produce angustia y ansiedad, y los pensamientos que se tienen, programan y definen el autoconcepto, de ahí la importancia de controlarlos, y de aprender a silenciar la mente.

Para ello puede emplearse la técnica del salto cuántico, que consiste en encontrar un suceso impactante, ya sea positiva o negativamente, y ligarlo a algún pensamiento o a la propia situación de diálogo imparable, de manera que estos, devengan rechazados o reforzados, al recordarse el suceso con el que se los ha relacionado.

Pueden utilizarse también técnicas para concentrarse en la respiración, o técnicas de anclaje, en las que se cree un vínculo entre los pensamientos negativos o el diálogo incesante y un movimiento, hasta conseguir, por repetición, que la realización de ese movimiento quede mentalmente anclada a la serenidad mental.

Y es que el estado de paz no hay que crearlo, está ahí, detrás del ruido del pensamiento.

Un pensamiento que además de ensordecer, es poco útil, repetitivo en un 90%, y compulsivo, generando adicción a la emoción negativa que genera.

Por eso, ante la detección de estas situaciones, hay que saber cambiar de canal o apagar el aparato.

Feliz día.

La grandeza del perdón

Pensaba hoy en el rencor, ese sentimiento de hostilidad o enemistad arraigada y tenaz hacia una persona, motivado por una ofensa, daño o perjuicio sufridos, y que puede desembocar incluso en un deseo de venganza.

La psiconeuroinmunología ha demostrado, que el sistema inmune se resiente ante la emoción del rencor, porque el cerebro y el cuerpo humano promueven toxinas, que actúan sobre el organismo y afectan los sistemas cardiovascular, digestivo y nervioso.

Y es que el rencor incide sobre el bienestar físico, mental y espiritual del que lo sufre, mucho más que las ofensas recibidas, siendo decisión personal el seguir manteniendo el dolor, incluso aunque su causante haya olvidado ya el hecho.

Porque guardar rencor, no es más que guardar un dolor que contamina los pensamientos y las actitudes.

Un dolor innecesario, ya que no se requiere de su existencia, para que la ofensa no caiga en el olvido.

Puede perdonarse, y continuar manteniéndose el hecho motivador en el recuerdo, sin pensarlo continuamente, ni vincularlo a emociones negativas.

Perdonar es liberarse, dejar de ser prisionero de uno mismo, y dejar de ser víctima del causante de la ofensa.

Perdonar es acercar en lugar de alejar, es construir un puente sobre el que tarde o temprano se tendrá que pasar.

Perdonar no es renunciar a la justicia, sino ejercerla con objetividad, sin ira.

Es necesario entender que cada persona es diferente; que lo que para unos es un gran agravio para otros carece de importancia; que hay que ejercitar la empatía y ponerse en el lugar del otro; que juzgar no aporta nada positivo a las relaciones, porque siempre será un juicio parcial y subjetivo.

Es necesario comprender que el actuar humano comporta errores; que el diálogo esclarece y acerca posiciones; que el perdón puede enriquecer una relación mientras que el rechazo la mutila; que el perdón no puede cambiar el pasado pero sí el futuro.

Y sobretodo es necesario recordar que perdonar es símbolo de grandeza de corazón, porque nadie es perfecto, y todas las personas tienen algo que perdonar, y algo por lo que ser perdonadas.

Feliz día.

Luchar o rendirse

Pensaba hoy en la canción “ No surrender” de Bruce Springsteen, y en una estrofa de la misma que dice: “hicimos una promesa que juramos recordar siempre, no hay retirada, no hay rendición.

Luchar es esforzarse para resolver un conflicto, es hacer frente a las dificultades, para obtener un objetivo.

Y es necesario y positivo disponer de coraje para encarar los problemas, y encontrar soluciones creativas, para no decaer en los posibles fracasos, para explorar y explotar los propios recursos, para superar las limitaciones, para insistir en el intento de conseguir lo que se desea en la vida, porque eso no deja de ser, al fin y al cabo, una forma de luchar por uno mismo.

Ahora bien, el tema estriba en determinar los límites de esa lucha.

Y es que luchar tiene sentido mientras existe una esperanza, mientras el objetivo es real y realista, mientras no se violen los principios personales, mientras no se sacrifique más de lo que se puede ganar, mientras no se comprometa la integridad mental, y mientras el resultado dependa de la propia actuación, y no de hechos absolutamente aleatorios o ajenos.

Porque rendirse, no es necesariamente sinónimo de resignarse, sino de aceptar.

Y aceptar es reconocer que se hizo todo lo posible y no pudo ser, abriéndose a nuevos retos, permitiendo a la vida el ofrecimiento de otros horizontes, mientras que resignarse, implica un estancamiento ante la situación, en la que se permanece con un lamento autocompasivo.

Por eso hay que luchar por hacer realidad los sueños, sin perder de vista que en determinadas circunstancias, retirarse a tiempo, con la satisfacción de haber dado lo mejor de uno mismo, no tiene precio.

Feliz día.

El egoísmo positivo



Pensaba hoy en los distintos tipos de egoísmo, y su relación con la autoestima.

El egoísmo está definido como el excesivo aprecio que tiene una persona por sí misma, y que le hace atender desmedidamente a su propio interés, sintiendo indiferencia o subestimando las necesidades ajenas, y sin tomar en consideración la repercusión que las palabras y actos ocasionan en los demás.

El egoísmo es fruto de una inadecuada maduración de la personalidad, que lleva a concebir la vida de forma dual: "o comes o te comen".

Y detrás de él existe una autoestima baja, necesitada del reconocimiento exterior para sentirse fuerte.

De ahí que el egoísta siempre residencie la culpa en el otro, y desee estar de forma permanente por encima de los demás, imponiendo su forma de pensar.

Ahora bien, cualquier persona tiene cierto grado de egoísmo, en la medida en que es necesario pensar en uno mismo, para sobrevivir física y emocionalmente.

Se trata del llamado "egoísmo positivo", que a diferencia del anterior, prioriza, pero ni desatiende, ni ignora, ni siente indiferencia ante los otros.

Desde esta posición todas las personas importan, pero se les quita el poder para dirigir, acaparar o interferir en la propia vida.

Es un egoísmo transigente, negociador, que conoce sus prioridades, pero no se niega a revisar sus convicciones.

Mediante este egoísmo consciente, se ejercita la autoestima, y se fortalece la confianza en uno mismo.

Porque la autoestima, se basa en la aceptación, la valoración y el respeto personal, manteniendo en las interacciones sociales, la identidad, sin ceder a la necesidad personal de aceptación y aprobación.

Y es que conviene no confundir el respetarse (autoestima), el hacerse respetar (egoísmo positivo), y el no respetar a los demás (egoísmo).

Feliz día.

El miedo


Pensaba hoy en el miedo a lo desconocido, y a lo conocido.

El miedo es una emoción primaria, que aunque resulte desagradable, tiene una finalidad de protección, de alerta ante los peligros, para asegurar la supervivencia.

El miedo a lo desconocido es por tanto positivo, cuando existe un motivo real para sentirlo.

Por el contrario, si se trata de un miedo imaginario, sin fundamento,  basado en conjeturas, y estudios de probabilidades que lleven a configurar el peor escenario posible, o en anticipaciones subjetivas, la percepción del peligro es creada y no real, y por lo tanto, carente de sentido, al faltar la amenaza.

Asimismo el miedo a lo conocido, tampoco es realmente miedo, sino parálisis o huida ante una situación conocida, que se sabe que genera sufrimiento.

El todos los casos el mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia, como comer y respirar, y en el sistema límbico, encargado de regular las funciones de conservación del individuo y de la especie.

Y funciona de igual manera en presencia de una amenaza física, que ante una psicológica.

En cualquier caso la única forma de vencer el miedo es afrontándolo.

Es decir que ante una situación generadora de temor, hay que vencer el instinto de huida y encararse, actuar.

Porque de lo contrario se será siempre esclavo de esa situación, aún disponiendo de los recursos suficientes para dominarla.

E incluso una vez superada, resultará mucho más sencillo reproducir la experiencia vivida, ante otra situación que atemorice,  porque se habrá ganado en autoestima y confianza.

Y es que lo contrario, es permitir que sea el miedo, el que tome las propias decisiones y dirija la vida.

Feliz día.

Individualidad sí, individualismo no


Pensaba hoy en la diferencia entre la individualidad y el individualismo.

La individualidad viene constituida por aquellas cualidades o características particulares, que distinguen a una persona o cosa de otras, aquello que las hace singulares.

Por su parte el individualismo, es una tendencia filosófica que defiende la autonomía y la supremacía de los derechos del individuo, frente a los de la sociedad y el Estado.

Es decir, se trata de una forma de pensar que da prioridad a los individuos frente al grupo, al contrario de lo sostenido por parte del colectivismo, para el que es más importante el grupo que sus integrantes.

Y si bien la individualidad es absolutamente necesaria para el desarrollo humano, en cuanto conlleva un amor y un respeto por uno mismo, un ejercicio de la libertad, y una búsqueda del propio bienestar y realización, el problema surge cuando dicha individualidad se torna individualismo.

Ya que llegados a ese punto, se prima el bien privado sobre el bien común, percibiéndose al otro como alguien que limita, que coarta, que condiciona, que demanda derechos, que genera compromisos, es decir, como una amenaza.

Porque ninguna relación justifica renunciar a uno mismo, pero todas requieren de aceptación, de adaptación, de búsqueda del consenso, de toma en consideración del otro, de respeto ajeno, etc., en aras de la construcción de un proyecto común, cuyos intereses están por encima de los de las partes que la conforman.

Y es que no hay relación sana sin individualidad, ni relación posible con individualismo.

Feliz día.

El enamoramiento


Pensaba hoy en la base biológica de la personalidad, y su papel en el enamoramiento.

Se ha constatado que según la sustancia que más se segrega, existen cuatro tipos de sistemas cerebrales, que estarían ligados a personalidades distintas, y relacionados con el enamoramiento.

Así las personas que producen mucha dopamina, tienen una personalidad exploradora, curiosa, energética...

Las que producen mucha serotonina, tienen una personalidad constructora, convencional, meticulosa...

Las que producen mucha testosterona, tienen una personalidad lógica, con gran decisión, matemática...

Y las que producen muchos estrógenos u oxitocina, tienen una personalidad negociadora, imaginativa, compasiva...

Se ha observado también que las personas que producen mucha dopamina o serotonina, tienden a enamorarse de alguien similar, mientras que aquellas en que predomina la testosterona, tienden a sentirse atraídas por quienes expresan mayores niveles de estrógenos y viceversa.

De manera que tan cierto sería que el enamoramiento tiene lugar entre personas que se parecen, como que los extremos se atraen.

Desde este enfoque biológico existe una predisposición, genética e inconsciente, hacia la atracción por determinadas personas, probablemente con una finalidad de perpetuación de la especie.

Paralelamente se ha demostrado también, que el complejo mayor de histocompatibilidad, que es una familia de genes, cuyos productos están implicados en la diferenciación de lo propio y lo ajeno en el sistema inmunitario, es decir, en el combate contra las enfermedades, influye también en el proceso inconsciente de selección de la pareja.

Y es que la evidencia muestra que las parejas, tienden a tener complejos de histocompatibilidad muy diferentes, aumentando de esta forma la capacidad inmunitaria de su prole.

En la detección de dicho complejo son determinantes tanto el olor, las feromonas, como la piel, que es el órgano inmunológico más extendido.

Iniciado de esta forma el proceso, se produce inmediatamente una secreción de dopamina en el sistema nervioso central, que activa el circuito de la recompensa, alterando los niveles de serotonina y dando paso al enamoramiento.

Ahora bien, con independencia de estos y otros estudios, que ponen de manifiesto la importancia del elemento biológico en el amor en cualquiera de sus etapas, la biología no agota la totalidad de su explicación.

Por una parte porque el amor no es solamente un mecanismo químico, sino que influyen en él aspectos como la relación interpersonal, las vivencias conjuntas que lo alimentan, etc., y que evidencian también cambios en la actividad cerebral.

Y por otra parte porque, cómo explicar que se mantenga el amor entre dos personas, pasado el enamoramiento, pasada la pasión, pasado el sexo, si no es sobre la base de la existencia de una voluntad, un compromiso, una negociación, una ilusión...

Y es que el amor tiene un aspecto inexplicable, en el que radica su grandeza, es esa fuerza universal que mueve al mundo.

Feliz día.

El miedo a no ser amado

Pensaba hoy en que el miedo, esa emoción necesaria para detectar y defenderse de los peligros, resulta en ocasiones absurdo.

Así ocurre en el caso del miedo a la soledad, o en el del miedo a no ser amado.

Ambos miedos generan apegos insanos, y tienen su origen principalmente en causas ocurridas durante la niñez, que provocan las creencias equivocadas, de que el amor hay que merecerlo complaciendo las demandas ajenas, y de que la soledad equivale al rechazo.

Ante esta situación, la persona opta por agradar a los demás, por obtener la atención, el afecto, o la aprobación ajena, aún a costa de la pérdida de la individualidad y la independencia, otorgando un mayor poder a los demás que a si misma.

Y resulta absurdo temer llegar a un estado de soledad o de desamor en el que ya se está, porque la persona que es querida no siendo quien realmente es, ha creado una ficción de si misma que es la destinataria del amor y de la compañía que recibe, y por lo tanto, permanece en realidad sola y falta de amor verdadero.

Por eso hay que enfrentar ese miedo, tener el valor de experimentar que se siente estando solo, que se siente al ser rechazado, y comprobar que si bien no se trata de sensaciones agradables, tampoco lo es el vivir en un auto rechazo sin sentido e interminable.

Un auto rechazo que precede a la opinión de los demás, e impide incluso su formación, al no permitir el acceso al conocimiento de uno mismo.

Un auto rechazo que resulta además injustificado, ya que si bien es cierto que no puede gustarse a todo el mundo, también lo es que es imposible no gustar a nadie.

Un auto rechazo que permite permanecer, más o menos tiempo, en una relación en la que no se puede ser auténtico, y que supone renunciar a entablar otra en la que se valore precisamente la propia singularidad.

Se trata pues de ser honesto con uno mismo y con los demás, expresar lo que se siente, pedir lo que se necesita, lo que se desea, y asumir la imperfección y la excepcionalidad, derivada del hecho de que cada persona es única y que en eso radica su verdadero poder.

Se trata de reivindicar la libertad de ser realmente uno mismo, porque únicamente desde esa posición, puede dejar de estarse solo y ser amado y amar desde la decisión y no desde el temor.

Feliz día.

Hasta aquí.


Pensaba hoy en la tolerancia y en la importancia de establecer sus límites.

El ejercicio de la tolerancia supone renunciar, por una parte a la humana tendencia a la manipulación para conseguir que se actúe en consonancia con las propias demandas, generando temor a la ruptura del vínculo; y por otra asumir la responsabilidad de afrontar dicho temor, adquiriendo conciencia de que cada una de las partes, es un elemento igualmente importante e insustituible en la relación.

Porque la tolerancia no implica sumisión, ni aceptación incondicional, ni resignación, ni rendición, sino comprensión, empatía, equidad, respeto e igualdad, ya que se da en ese espacio negociable entre las partes.

Dicho espacio, será más o menos amplio en función de la rigidez o flexibilidad que tengan la personas implicadas, y estará directamente relacionada con la importancia que se otorgue al mantenimiento del vínculo.

Por eso, actuar con tolerancia supone una predisposición a la concesión, al intercambio, y al encuentro, en base a la priorización de intereses comunes.

Y para su correcto ejercicio deben tenerse claros los propios límites.

Límites que no pueden ser obviados por temor a los juicios severos o devaluatorios,  por el mantenimiento del buen clima de la relación, o por el miedo a su pérdida.

Límites que son sencillos de detectar con un pensamiento a largo plazo, en el que se proyecte la situación y se sienta si se desea perpetuarla o no.

Límites que vienen marcados por los propios valores, y que tienen que ser establecidos desde el principio, reforzándose siempre que sea necesario.

Límites que permiten el desarrollo de las personalidades, y un equilibrio necesario y opuesto a la imposición unilateral de exigencias que, con el paso del tiempo, conducirían a una relación co-dependiente o al fin de la misma.

Porque en el fondo ser tolerante y establecer límites, no es más que una forma de acordar un funcionamiento cómodo, que facilite una coexistencia feliz, y permita corregir los aspectos conflictivos.

Por eso tiene que realizarse desde la asertividad, positiva, directamente y con respeto a los derechos ajenos, mostrando a los demás como se desea ser tratado.

Y es que tanto practicar la tolerancia, como saber establecer los límites, es apostar claramente por el buen funcionamiento de cualquier relación.

Feliz día.

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