Gratis, por favor.




Pensaba hoy en que la atribución de valor a una cosa, persona o relación, está en muchos casos directamente relacionada con el esfuerzo que comporta conseguirla, y en la poca importancia que se confiere a lo que no cuesta dinero o sacrificio.

De ahí que se valore tan poco el hecho de estar vivo, sano o tener a disposición de forma gratuita a la familia, los amigos, la naturaleza, etc.

Es necesario confrontarse con la pérdida de los regalos de los que se disfruta, para darse cuenta de su importancia.

Quizás sea por la sobredimensión otorgada al esfuerzo, porque la mente se focalice más en el logro que en el origen del mismo, o porque la vida esté organizada en función de la fijación de objetivos personales y profesionales a conseguir con esfuerzo, pero en cualquier caso se obvia lo que representa el concepto "gratis", del que incluso se desconfía.

Pero no hay que confundir el precio (lo que cuesta), con el valor (lo que vale), y todo tiene un valor intrínseco, con independencia del precio de su tasación e incluso de que éste no sea reconocido.

Porque resulta paradójicamente erróneo confundir valor con precio, dando importancia a lo que mayor coste (personal o económico) tiene, restándosela a lo que resulta gratuito o regalado, a pesar de que ahí resida el verdadero valor.

Y es que no hay que vivir como si la vida no tuviera valor, porque lo que no tiene es sencillamente precio.

Feliz día.

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