La admiración: fan o fanático.



Pensaba hoy en la diferencia entre fan y fanático, y en como se utilizan de forma sinónima, cuando su significado es bien distinto.

La palabra fanático tiene su origen en la antigua sociedad romana, que designaba a sus templos con el término “Fanum”.

En ellos, los sacerdotes, conocidos como “fanaticus”, aparecían como poseídos por espíritus, realizando gestos grotescos y emitiendo gritos, quedando la idea de que un fanático es el que, para manifestar su idolatría por alguna divinidad, lo hace de una manera exagerada e irracional.

Por su parte la voz “fan” nació del acortamiento de fanático, para designar al entusiasta seguidor, que sabe poner límite a sus pasiones.

En la base de ambos, fanático y fan, reside la admiración.

La admiración se basa en aquellas características o rasgos extraordinarios, reconocidos como positivos por el admirador, y que provocan un sentimiento de consideración especial hacia el admirado, aunque en ocasiones se trate de una persona desconocida, ya que, en este caso, es posible admirar por ejemplo, cualidades visibles y contrastables, tales como el trabajo, el respeto o el esfuerzo.

Pero no es admiración, ni la ausencia de crítica, ni la veneración, ni la búsqueda de una identificación con algo o alguien por lo que representa, en un intento de resaltar la propia personalidad ante los demás, de convertirlo en el propio reflejo de uno mismo.

Porque la verdadera admiración se mantiene mientras permanezca su base, no es instrumental, ni desaparece cuando la identificación deja de resultar útil, por ejemplo ante el envejecimiento de la persona admirada, o cuando ésta deja de sorprender.

En esos momentos, el auténtico admirador, en lugar de hacer leña del árbol caído, en lugar de criticar y juzgar, no sólo continua admirando, sino que siente además agradecimiento.

Y es que lo que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable lo es más cuanto más se admira.

Feliz día.

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