Pueden ser de distinta forma, peso, materiales, rellenos, y de base fija o colgantes, pero en todo caso su misión es recibir golpes muy fuertes, encajándolos, y volviendo al lugar de origen.
La elección del saco no es cuestión baladí, debe escogerse uno que permita la evolución del usuario, que tenga las características y el nivel adecuado.
Precisamente en este último aspecto reside la causa por la que, algunas personas, se comportan como si fueran sacos de boxeo.
Ignoran su propio valor y dependen del reconocimiento, que obtienen al contemplar su capacidad para encajar la ira y las frustraciones ajenas.
Consideran que deben aceptar esos golpes, que ni siquiera cuestionan recibir, porque los malos hábitos son rutas conocidas de la mente.
Y es responsabilidad de cada uno darse cuenta de ese error de identidad, y entender que el poder de cambiar esa dinámica reside en uno mismo.
Se trata de cuestionarse que golpes se reciben y cómo se responde ante ellos, con la finalidad de deslegitimar tanto su recepción como el posicionamiento en el victimismo.
Se trata de concienciarse de que se es una persona y no un saco de boxeo.
Feliz día.
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