86.400... segundos

Pensaba hoy en que la vida es una sucesión finita de días, cada uno de los cuales tiene 86.400 segundos.

Y en como de la misma manera que la misión de la oscuridad es permitir una toma de conciencia acerca de la luz, tomar en consideración a la muerte, otorga una perspectiva distinta de la vida.

Porque existe la tendencia a considerar que la propia vida será eterna, y a adoptar en consecuencia, unos hábitos que dificultan o impiden el disfrute de cada día.

Se llena la agenda de actividades superfluas, se ignoran las prioridades, se dedica el esfuerzo a la construcción de un futuro desatendiendo el presente; se focaliza la ilusión en las expectativas en lugar de en aquello de que se dispone; se presta poca atención a las emociones; se ensalza el sufrimiento y se da por sentada la alegría; no se pide perdón ni se valora la humildad.

Imperan el orgullo y la soberbia; se justifican los medios empleados para obtener el fin deseado sin tomar en consideración los daños colaterales; se relativiza la importancia de la verdadera amistad y del amor.

Se vive instaurado en la queja constante, en la envidia, se acumulan rencores y venganzas, se ansía tener la razón; se justifica la soledad; se miente; se culpa a terceros o al azar de las consecuencias de los propios actos; se lucha por ser mejor que otro en vez de por mejorar uno mismo, etc.

En definitiva, se cierra el día dejando cosas pendientes, y se anda mucho pero sin rumbo, en lugar de tomar las riendas de la vida y empezar a valorar la importancia de estar vivo, de las cosas, y de las personas.

En lugar de apreciar el regalo de cada nuevo despertar , del acto de respirar, y poder disponer de una nueva oportunidad para tener el coraje de escuchar al corazón y a la intuición, y dirigir ese día a aquello que se quiere ser realmente, eliminando lo secundario.

En lugar de aprovechar el nuevo día para replantearse la existencia, y exprimir al máximo las posibilidades de que puede disfrutarse sin dejarse ensordecer por la sociedad.

Cuando lo único cierto, es que no existe ninguna garantía sobre la existencia de un mañana, y que no habrá una segunda oportunidad para ser de otra forma, o hacer todas aquellas cosas que realmente se desea hacer.

Por eso, para apreciar la oportunidad que representa el despertar cada día, y valorar cada uno de los 86.400 segundos que lo componen, es necesario no olvidar que esos días están contados.

Feliz día.

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