La indefensión aprendida

Pensaba hoy en el experimento de Seligman, y en como explica la indefensión aprendida.

El experimento consistió en exponer a dos perros, encerrados en grandes jaulas, a descargas eléctricas ocasionales. 

Uno de los animales, tenía la posibilidad de accionar una palanca con el hocico para detener esa descarga, mientras que el otro animal no tenía medios para hacerlo.

El tiempo de la descarga era igual para ambos, ya que la recibían en el mismo momento, y cuando el primer perro cortaba la electricidad, el otro también dejaba de recibirla.

El efecto psicológico en ambos animales fue muy distinto; mientras que el primero mostró un comportamiento y un ánimo normal, el otro permaneció quieto y asustado, con lo que la importancia de la sensación de control sobre la conducta y el estado de ánimo quedó demostrada.

Incluso, y esto es lo verdaderamente relevante, cuando la situación cambiaba para el segundo animal, y sí podía controlar las descargas, era incapaz de darse cuenta y las seguía recibiendo sin intentar hacer nada para evitarlo.

Así la indefensión o desesperanza aprendida, es la condición psicológica en la que se encuentra la persona que, ante el fallo de un objetivo, de una actividad o de una acción para modificar las cosas, aprende a creer que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra, y que cualquier cosa que haga es inútil, permaneciendo en consecuencia pasiva en un futuro, incluso aunque disponga de los recursos necesarios para encontrar la solución adecuada, realizando por tanto una sobregeneralización, que afecta al modo de comportarse en otras muchas situaciones diferentes.

El malestar, frustración, dolor, desamparo o deterioro psicológico que sufre la persona en esas situaciones, provoca una “adaptación psicológica”, consistente en la creencia en su indisponibilidad de los recursos necesarios para una reacción evitadora del daño.

A partir de ese momento, el efecto es doble. Por un lado la persona víctima de la indefensión aprendida, se paralizará ante situaciones difíciles. 

Y por otra, se autoinculpará, justificando su impotencia, y permitiendo la continuación de la situación agresiva o adversa.

Porque para que aparezca la indefensión aprendida no es suficiente con la concurrencia de una situación incontrolable, sino que es determinante que el motivo al que la persona atribuye esa falta de control sea interno, ya que entonces es cuando desaparecen la autoconfianza y la autoestima.

Por eso las personas que aprenden esa indefensión se consideran a la vez víctima y causa del problema, viven en la culpabilidad, se consideran fracasadas y padecen temor ante cualquier tipo de cambio.

Y es que la indefensión está íntimamente ligada a la noción de control sobre la propia vida, y por tanto a los sentimientos de ansiedad, depresión e impotencia.

Ahora bien, no deben confundirse esos sentimientos surgidos de percibir erróneamente una situación adversa como incontrolable, con padecer un trastorno mental, ya que eso fomenta la indefensión.

Y esto es así porque, implícitamente, se estará negando la posibilidad activa de cambio, de proceder al control interno de la situación, a la asunción de la propia responsabilidad en el desarrollo de los hechos, y al fomento de la confianza en uno mismo.

Sin embargo, puede encontrarse la manera de salir de ese comportamiento, de superar esa situación de estrés y presión psicológica a pesar de la experiencia previa.

Para ello es necesario comprender que se trata de una percepción y no de una realidad inamovible, mostrar mayor resistencia a la adversidad buscando formas creativas de abordar la situación gravosa, apoyarse en personas que tengan otros recursos que la persona no posea, reevaluar la situación en busca de ángulos positivos, y centrarse en los recursos en lugar de en las posibles consecuencias negativas.

Asimismo es posible realizar pequeños ejercicios que devuelvan la sensación de control ante determinadas situaciones, resolver pequeños problemas fácilmente solubles y que dejen precedentes de resolución con éxito, etc.

La idea consiste en iniciar un proceso, en el que se envíe el mensaje al cerebro de que “esto es posible”.

Feliz día.

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