El idealismo


Pensaba hoy en lo importante que resulta mantener el idealismo considerando el mundo, el amor, el trabajo, la vida..., de acuerdo con unos ideales o modelos de perfección personales, y huir de la conformidad.

Y si bien es cierto que tener ideales supone un mayor desgaste, en la medida en que implica su confrontación con la realidad, y el planteamiento de posibilidades y diferencias más acordes con uno mismo, también lo es que dota de sentido a los hechos, les confiere una finalidad, les otorga consistencia al vincularlos, más allá de su individualidad, a ese ideal globalizador más profundo y trascendente.

Porque no se trata de ser incapaces de disfrutar la realidad, sino de aceptarla y, si no es como se desea, si no se corresponde con los ideales, actuar para cambiarla sin conformarse, entendiendo que aceptar no quiere decir estar de acuerdo.

Es precisamente la aceptación de la realidad lo que permite apreciar lo que se desea y lo que no, lo que satisface y lo que no, lo que se adecua a los ideales y lo que difiere de ellos.

Y sobre la base de la aceptación surge la alternativa entre la lucha y la conformidad, la inactividad y la renuncia apoyadas en la creencia de que es imposible realizar un cambio.

Por eso es importante tener siempre una actitud inconforme ante la vida, no olvidar la pasión, ni permanecer en una zona de confort y seguridad, que conduzca al estancamiento.

Es imprescindible mantenerse fiel a los ideales que marcan el rumbo de la vida, sin desesperanzarse, comprometiéndose con ellos a pesar de las dificultades o de la incomodidad.

Y es que renunciar a los ideales es renunciar a aspirar a algo mejor, al horizonte. Es dejar que el miedo disfrazado de conformismo y prudencia robe los sueños.

Feliz día.

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