El acoso moral


Pensaba hoy en como el acoso moral supone un abuso de poder que pone en realidad de manifiesto, la incapacidad para ejercerlo de los que lo detentan.

Porque acosar moralmente implica el uso excesivo, impropio, injusto e indebido del poder para mandar o dirigir.

Es un tipo de maltrato que se materializa, tanto en el ámbito personal como en el laboral, en comportamientos intencionados, sutiles y encubiertos, que en este último caso, están ejecutados desde una posición dominante, que permite tomar ciertas decisiones, y que van dirigidos, no a obtener la máxima eficacia en las tareas encomendadas, sino a desvalorizar, destruir la autoestima, y reducir la confianza personal de los subordinados.

En cualquier supuesto, los gritos, las difamaciones, las modificaciones de atribuciones o responsabilidades laborales, las tergiversaciones, y en definitiva la imposición continua y progresiva de la voluntad del acosador, tienen consecuencias en toda persona mentalmente sana.

La persona objeto de acoso experimenta múltiples sensaciones físicas y psicológicas, que motivan desde una actitud defensiva, que provoca nuevas agresiones y justifica las difamaciones, hasta la autoanulación, como única decisión ante una situación a la que no se encuentra salida.

Pero el peor aspecto del acoso moral reside en conseguir que la víctima asuma la culpabilidad de la situación, factor esencial si se considera el hecho de que el agresor no pretende destruirla, sino someterla, controlarla y anular su capacidad de defensa, de rebeldía, para compensar su necesidad narcisista de poder.

Por ello es esencial salir del círculo del abuso, negando toda justificación del maltrato, y reconociendo que se es objeto de los actos de una estructura mental enferma y agresora, precisamente por poseer las cualidades necesarias para motivar su deseo de dominación, su envidia, e incluso ser considerado un rival.

Hay que aprender a ver a las personas en su real dimensión, y entender que el abuso de poder es un medio para que el abusador se sienta mejor consigo mismo, que es una actitud independiente de la víctima, y de la que es mejor huir que enfrentarse para tratar de cambiar la situación.

Hay que identificar esas conductas intimidatorias, y generar fórmulas opuestas, que reafirmen la propia importancia, tomar distancia emocional del agresor y alejarlo paulatinamente.

Y hay que ser consciente de que el abuso de poder es un uso ilegítimo del mismo, es la principal fuente de maldad moral, porque colocarse a uno mismo en una posición en la que el beneficio o reconocimiento propio dependan del dañar, pisar, o explotar a otros, es la mayor muestra de corrupción ética. 

Porque el ejercicio del poder, para que no se torne abuso ni se ejerza con arbitrariedad, debe tomar en consideración siempre el punto de vista de aquellos sobre los que se ejerce.

Y porque tener poder no es imponer, sino saber ejercer la responsabilidad de actuar con justicia y ponderando las circunstancias para tomar las decisiones adecuadas, que siempre son aquellas que no vulneran derechos ni requieren de veladas amenazas para su ejecución.

Feliz día.

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