La intuición, del latín intueri, “mirar hacia dentro” o “contemplar”, es un concepto alusivo al conocimiento, directo e inmediato, sin intervención de la deducción o del razonamiento.
Y es que en el proceso de conocimiento intervienen tres cerebros.
El sistema límbico o emocional; el reptiliano o instintivo; y el neocórtex, responsable de las funciones superiores, y compuesto de un hemisferio derecho, que transmite información visual e intuitiva, comunicado con un hemisferio izquierdo, que transmite la información racional y verbal.
La información intuitiva de que dispone el cerebro, es fruto del aprendizaje extraido de las vivencias.
Estos datos son procesados de forma inconsciente y automática, hasta llegar a una conclusión, que se revelará ante la presencia de situaciones dudosas, que se perciban como amenazantes, o que requieran la adopción de decisiones.
Y en muchos casos además, la intuición de manifestará de forma somática, es decir, mediante sensaciones corporales de agrado o desagrado, de aceptación o de rechazo.
De ahí que la intuición opere como un mecanismo subconsciente de decantación de alternativas, donde son esenciales las experiencias anteriores, y las emociones con ellas vinculadas, y donde resulta fundamental la noción de protección.
No obstante, en muchos casos, la independencia del proceso de razonamiento, la falta de posibilidad de contraste, e incluso la contradicción con los hechos, comporta su negación.
Cuando lo que resulta más coherente, es prestar atención a unas intuiciones que no carecen de base.
Y es que una de las utilidades de los sucesos vitales, es la de proporcionar una información al inconsciente, al que simplemente hay que darle tiempo para que trabaje y proporcione, en su momento, mediante la intuición, la orientación adecuada.
Feliz día.
Siempre he creído que a la hora de tomar decisiones atraves de la intuición hay que tener mucho cuidado con lo que quisiéramos que sucediera...
ResponderEliminarHola Arnaldo,
ResponderEliminarCierto lo que dices.
Saludos