La incertidumbre



Pensaba hoy en la incertidumbre, en ese estado de duda, que linda con la desconfianza, y cuyo opuesto es la certeza.

El cerebro humano convive muy mal con la incertidumbre, hasta el punto de que se prefiere conocer las malas noticias a seguir en la duda, ya que sólo entonces es posible aceptar la situación, adaptarse, y reaccionar adecuadamente.

Frente a una situación de incertidumbre, y la consiguiente angustia que esta genera, conviene reflexionar sobre la causa.

Esta puede ser real, es decir, responder a acontecimientos sobre los que no se puede tener una certeza, porque no dependen de uno mismo.

En este caso conviene recordar, que por mucho que el control proporcione la sensación de seguridad necesaria para la estabilidad emocional, resulta imposible controlar la totalidad de los factores.

Imposible e innecesario, ya que se dispone de los recursos requeridos, para afrontar cualquier devenir que tengan los acontecimientos.

Pero la causa de la incertidumbre, también puede ser fruto de un pensamiento insaciablemente indagador, que comporte un imparable cuestionamiento de cada una de las certezas que se obtengan.

Así ocurre  cuando se resuelve una duda e inmediatamente, se abre un nuevo interrogante sobre lo resuelto, de forma que el proceso resulta imparable.

E incluso puede generarse incertidumbre, al dudarse de las certezas que resultan incomprensibles, por no coincidir con las propias creencias.

En estos casos el cerebro recibe una información cierta y contrastable, y al no conseguir incorporarla, la tiñe de duda, al pretender que las cosas o son como uno cree o no son.

Identificar la causa de la incertidumbre, permite racionalizar el comportamiento, y limitar sus efectos de forma coherente y no dañina, para los demás y para uno mismo.

Una vez hecho esto, y realizados los intentos razonables para su solución o acotamiento, hay que aceptarla.

Porque batallar con ella, agota y no elimina la situación.

Porque resignarse conduce al victimismo doloroso.

Y porque aceptarla es simplemente reconocer que ahora no existen las respuestas, y que hay que adoptar una actitud de espera tranquila y confiada.

Y porque en todo caso, cualquier situación de incertidumbre, permite recordar la importancia de creer en uno mismo.

Feliz día.


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