El orden sí altera el producto



Pensaba hoy sobre la tendencia humana a la racionalización del sentir como forma de legitimarlo, es decir, de validar su fiabilidad antes de tomarlo en consideración, frente a la adopción de cualquier decisión.

Esa necesidad de justificación, se ampara en una desvalorización de la emoción frente a la razón, y en una necesidad de seguridad al actuar.

El mundo de la razón permite permanecer en una zona de confort, ya que las actuaciones se producen dentro de un marco de posibilidades concretas, analizadas, valoradas, de unos resultados previstos o previsibles, y por tanto, dentro de un ámbito controlado.

Pero ese resultado matemático produce una falsa tranquilidad, además de no ser siempre fiable.

Falsa tranquilidad porque se está obviando escuchar al corazón, y resultados no siempre fiables, porque en su valoración influyen condicionantes sociales, y personales, propios del funcionamiento de la razón.

La justificación científica de que el corazón piensa existe, y así explica Joseph Chilton Pearce, que “pensar con el corazón no es sólo una metáfora, porque la investigación ha demostrado que el corazón es el principal centro de inteligencia en los seres humanos. 

Los biólogos moleculares han descubierto que el corazón, es la glándula endocrina más importante del cuerpo, y que en respuesta a nuestra experiencia del mundo, produce y libera una hormona importante (ANF), que afecta profundamente cada operación en la estructura del sistema límbico, al “cerebro emocional”. 

Esto incluye el área del hipocampo, donde la memoria y el aprendizaje tienen lugar, y también los centros de control de todo el sistema hormonal. 

Los neurocardiólogos han encontrado que del 60 al 65% de las células del corazón, son en realidad células neuronales y no células musculares, como se creía anteriormente. 

Son por tanto idénticas a las células nerviosas en el cerebro, operando a través de los mismos enlaces de conexión llamados ganglios, con las mismas conexiones dendríticas axonales que tienen lugar en el cerebro, así como a través de los mismos tipos de neurotransmisores. 

En otras palabras, hay un “cerebro” en el corazón”.

Pero esa explicación nunca abarcará el fenómeno en su totalidad, porque la parte del corazón que no piensa, siente y el sentir no puede ser razonado.

De ahí que lo aconsejable vaya más allá de una simple interacción entre la emoción y la cognición, entre sentir y pensar, entre corazón y razón, ya que no basta con integrar emoción y pensamiento para que ésta no se reprima, no se elimine o no se olvide, sino que la primera tiene que ser la guía en las decisiones que hay que tomar, en los conflictos que hay que resolver, porque en el corazón se conectan cuerpo y alma.

Y por eso precisamente, para sentir sin más, para escuchar al corazón, es necesario subordinar al ego depositario de todas las respuestas, y no partir de ninguna conclusión que pueda obtenerse razonando.

Basta con desconectar la mente y atender a los marcadores somáticos, esos sentimientos que pueden presentarse a modo de intuiciones, que sólo nos sirven a nosotros mismos y que no pueden argumentarse, así como a las sensaciones fisiológicas. 

El sosiego, la paz, la serenidad, indican que se está en el camino correcto, mientras que el nerviosismo o la inquietud señalan lo contrario.

Porque las decisiones adoptadas solamente con la razón pueden no alcanzar el objetivo, si el corazón no las secunda, mientras que las decisiones adoptadas con el corazón no conseguirán ser boicoteadas por la razón, ya que este se impondrá, mediante la somatización en enfermedades o en una simple sensación vital de disconformidad con uno mismo.

Por esta razón conviene invertir el orden, y en vez de que la mente pida opinión al corazón, que sea éste quien decida dejando a la mente la elaboración de las pautas para la ejecución. 

Porque la razón puede plantear alternativas, pero elegir la adecuada, la que se alinea con uno mismo, es privilegio del corazón en su parte no pensante.

Feliz día.

2 comentarios:

  1. Yo (Josep)4/12/14, 23:14

    Toma ya....en un plis, plas descubro que mi razón, forma parte de ese musculo "saltimbanqui", que no deja de latir.
    No me extraña, ya que si con el corazón "también se puede pensar", es necesario tenerlo robusto y sano, para poder pensar, con coherencia y llevar a la razón de la mano de la decisión....
    Saludos

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  2. En mi opinión aunque se haya demostrado que el corazón piensa, lo que está claro es que siente más allá de que pueda pensar. Y apuesto por reconocer como siente y lo que nos dice sin tamizarlo todo con razonamiento. Una vez que sabemos escucharlo nos guiará mejor que la razón.

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